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Celos entre hermanos ¿Cómo prevenirlos durante el embarazo?

 Con la llegada del segundo hijo o posteriores surge en nosotros el miedo a que los mayores sufran los temidos celos. Es muy común como madres sentir inquietud al respecto y buscar mecanismos para «protegerles» de ese sentimiento de pasar a un segundo plano. Con el post de hoy inicio una serie de entradas en las que os quiero contar mi experiencia y compartir la valiosa información que he ido obteniendo con el tiempo.

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   Hoy quiero centrar el tema, su descripción, y aportaros pautas que os ayuden a prevenirlos ya desde la etapa del embarazo. Más adelante os hablaré de cómo los gestionamos una vez que nació la pequeña. Sobre todo me centraré en una estrategia concreta que me aconsejaron tanto la psicóloga de la guardería de mi hija, como mi cuñada, maravillosa psiquiatra infantil, que cuenta con gran experiencia profesional y toda mi admiración. Os aseguro que aplicarla ha supuesto un cambio alucinante para bien en una situación que nos hizo pasar muchos apuros y que parecía no tener fin. Además, compartiré con vosotros una lista cuentos que os pueden ayudar a trabajar la comprensión de esta emoción por parte de vuestro pequeño.

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   Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que los celos forman parte del desarrollo normal de los niños. Incluso, desde mi punto de vista, pueden llegar a ser un elemento positivo puesto que, si les ayudamos a encauzarlos bien, constituirán una excelente oportunidad para ayudarles a entender el funcionamiento de las relaciones sociales, de parentesco, el amor…La idea es que nuestro hijo entienda que cuando alguien a quien quieres y que te quiere te dedica menos tiempo y atiende a otra persona, no implica que deje de tenerte en consideración o que valgas menos para él.

   Las relaciones familiares y sociales implican a multitud de personas y en el corazón humano muchos tienen cabida. En definitiva, tendrá que asimilar que aunque hasta ese momento se ha sentido «el centro del universo» de la familia y que todas las atenciones de sus padres han recaído sobre él, a partir de entonces, pasará a ser uno más dentro de un grupo social, pero no por ello menos importante. Trabajar el manejo de las emociones que les provocan las relaciones con otras personas es una tarea vital para preparar a nuestros hijos para vivir en sociedad.

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   Ésto, que parece tan obvio, lógicamente es un complejo aprendizaje a adquirir por nuestro pequeño. Si a nosotras, como madres, nos surge el miedo y la duda de si sabremos querer por igual a ambos hijos cuando nazca el nuevo miembro de la familia, imaginaos lo complicado que puede resultar para nuestro hijo entender que mamá no ha dejado de tenerle como lo más importante de su vida cuando llega una personita que le demanda tantísima atención.

   Me atrevería a definir los celos como una emoción caracterizada por la frustración que le supone al niño la el miedo a perder la atención y seguridad que le aporta su figura de apego (habitualmente la madre), generalmente provocada por la aparición de otra persona en su entorno (en este caso un hermano) que le supone una amenaza que no sabe gestionar.

   Normalmente, se dan con mayor intensidad cuando llega el hermano a casa, dentro del periodo de adaptación a la nueva situación, aunque pueden volver a repetirse (una vez superada la etapa inicial) en situaciones puntuales más adelante. Un miembro más, al que no conocemos, pasa de la noche a la mañana formar parte de la familia. TODOS, insisto, todos, tenemos que hacernos a él y a los cambios que se van a producir en nuestras vidas. La rutina diaria sufre modificaciones que en ocasiones pueden hacerse un poco «cuesta arriba» al principio. Pero los pequeños requieren una dosis extra de empatía y comprensión porque cuentan con menos herramientas que nosotros para gestionar dicha adaptación.

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   El problema viene cuando esa situación se enquista, se alarga en el tiempo y desencadena trastornos o alteraciones importantes en el comportamiento y en el temperamento del pequeño. Si observáis que el asunto se agrava más de lo que podría considerarse habitual o tenéis dudas al respecto pedid ayuda profesional cuanto antes. Tendremos que estar muy pendientes para evitar daños indeseados en la salud y el desarrollo normal de nuestro hijo.

NUESTRA EXPERIENCIA CON LOS CELOS EN CASA DURANTE EL EMBARAZO:

   Como sabéis tenemos dos hijas con edades relativamente cercanas entre sí (3 años y 16 meses). Cuando la peque nació, nuestra hija mayor tenía 22 meses. La verdad es que, aunque, por alguna extraña razón, mucha gente cuando te ve embarazada teniendo otro hijo de corta edad, tiene a bien augurarte la que se te viene encima con el asunto de los celos, yo no sentí una gran inquietud al respecto en ese tiempo. Confiaba en la ternura de mi hija. Veía que le llamaban mucho la atención los bebés y no tenía ningún problema para relacionarse con otros niños, todo lo contrario.

   Pero lo cierto, es que ninguno de estos aspectos tiene nada que ver con que el niño desarrolle posteriormente o no celos con respecto a su hermano. El caso es que yo no estaba demasiado concienciada de lo que podría ocurrir. Leí algunos artículos que consideré interesantes sobre el asunto y reflexioné acerca de los consejos que se daban para estos casos.

   Curiosamente, considero que los celos comenzaron durante el embarazo, especialmente hacia el tercer trimestre, cuando el barrigón era más que evidente. Probablemente también influyó su edad (estaba en plena etapa de la autoafirmación). Era como si la niña se anticipara a lo que venía. Percibí un cambio importante, para mal, en su conducta. La verdad es que fue duro porque mi movilidad era, por razones evidentes, muy reducida, y aunque tuve un embarazo normal, padecía de anemia y eso hacía que estuviera exhausta todo el día.  Y, entre lo pesada que me sentía, lo mal que respiraba y lo poco que dormía, la verdad es que no estaba para muchas “fiestas”. Pero no podía olvidar que, a pesar de mi estado, no era justo que mi hija mayor sintiera que ya no la atendía igual que antes.

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   Hice todo lo que estaba en mi mano para intentar superarme y dedicarle el tiempo que necesitaba en calidad y cantidad. Pero los niños no son “tontos”. Son especialmente sensibles y vulnerables a los cambios, e, inevitablemente, mi hija estaba experimentando que yo no era la misma. Mi capacidad de jugar con ella, de saltar y correr por doquier o mi buen estado de ánimo habitual habían cambiado…Así que comenzó a estar especialmente mimosa, reclamaba constantemente que la cogiera en brazos, con lo que esto supone para una embarazada que de por sí tiene la espalda destrozada y que supuestamente no debe cargar peso. He de admitir que hice poco caso a esta recomendación médica. Mi hija me necesitaba y si hubiera actuado de otra forma me habría sentido culpable.

   Pero claro, las dificultades estaban ahí y ella lo notaba. Además de reclamar mayor atención de esa manera comenzaron a incrementarse las “rabietas”, en número e intensidad. Cualquier motivo era suficiente para tirarse al suelo y empezar a gritar como si no hubiera mañana. Decía que “no” a todo, comía peor y se despertaba infinidad de veces durante la noche con pesadillas. Además, aunque ya no era tan pequeña como para estar apegada exclusivamente a mí y, meses atrás, ya había empezado a dedicar más tiempo a estar con su padre, a partir de cierto momento del embarazo sólo quería estar conmigo. La notaba seria y apagadita y eso me mataba…

¿QUÉ SE ACONSEJA EN ESTOS CASOS?

   No podemos olvidar que estamos tratando con personas y por tanto con seres tremendamente complejos y únicos. Cada persona y, por ende, cada niño, tiene sus propias circunstancias y características y reacciona de una manera u otra ante los estímulos y cambios en su vida. No existen las recetas milagrosas para evitar los celos. Probablemente sea un trance que tengamos que pasar con paciencia, empatía y cariño. Pero sin duda, en general, siguiendo ciertas pautas ayudaremos a que la situación sea más llevadera y que fundamentalmente nuestro peque sufra lo menos posible. Os comento los principales aspectos que a nosotros nos parecieron convenientes para ayudar a nuestra hija a asumir la llegada de su hermana durante mi embarazo:

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  • Comunicación. Como os recomiendo siempre, debemos hablar con nuestros hijos e intentar explicarles, con palabras y métodos adecuados a su edad, los cambios a los que se van a enfrentar. Siempre con naturalidad, empatía e ilusión. De la misma manera que hicimos cuando le preparamos para su primer día de colegio como os contaba hace unos días. De esta forma, le ayudaremos a anticiparse a los cambios que van a experimentar, rebajaremos la ansiedad que pudieran provocarle y aumentaremos su seguridad y autoestima al enfrentarse a ellos.

   En nuestro caso, se lo contamos desde el principio. Aunque dicen que quizás sea mejor esperar hasta el segundo o tercer trimestre para que no se les haga tan largo el embarazo. Lo cierto es que aunque aparentemente le gustó la idea, no mostró demasiado entusiasmo. Creo que aún era muy chiquitina para ser medianamente consciente de lo que era tener un hermanito. A pesar de todo lo hablé con ella y procuraba hacerlo con habitualidad. Le mostraba la barriguita, le avisaba para que sintiera las pataditas del bebé…En este sentido, también es de gran ayuda emplear cuentos o vídeos de personajes infantiles para su mejor comprensión. De eso os hablaré otro día.

   También aconsejan que el pequeño participe en alguno de los preparativos de la llegada del bebé. Aunque personalmente pensé que esto, en el caso de mi hija, contribuiría a ponerle nerviosa. Preferí esperar un poco para que pudiera asimilarlo todo gradualmente. No sé si hice bien, pero así es como lo sentí en ese momento. Eso sí, tampoco oculté los objetos del bebé. Ella pudo verlo todo en casa y si me preguntaba se lo explicaba de manera sencilla.

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  • Adelantar los cambios. La llegada de un nuevo miembro de la familia suele implicar una «reubicación» dentro de la casa. Mi hija dormía en su cuna dentro de nuestra habitación. Aunque la realidad es que la mayor parte de las noches las pasaba en nuestra cama porque solía despertarse con frecuencia y necesitaba nuestro contacto para relajarse y volver a conciliar el sueño. Lógicamente el bebé pasaría a dormir en su cuna cuando naciera y para ese entonces necesitaba que la mayor durmiera en la cama de su propia habitación. Así que desde los 18 meses comenzamos a hacer la adaptación a su «cama de mayores». Para tener unos meses de margen antes de la llegada del bebé y no sintiera que éste le «desplazaba» y usurpaba, entre otras cosas, su lugar de descanso. La verdad es que fue todo un acierto, porque le costó un poco al principio, pero para cuando nació su hermana, ya dormía tranquilamente allí.

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  • Mantener sus rutinas habituales. Una vez más las rutinas serán nuestras grandes aliadas, como os conté en un post anterior. Cuando se aproxima el momento del parto, si por ejemplo decidís que el niño se quede con los abuelos o los tíos procurad que en la medida de lo posible mantenga sus horarios y actividades habituales para que no acuse tantas modificaciones en su día a día. En nuestro caso, tuve la enormísima suerte de que una de mis hermanas disponía de tiempo por entonces para quedarse con la peque. Además, decidimos que la que se mudara fuera mi hermana a nuestra casa, quince días antes del parto. De esta manera, la niña podía ir asimilando gradualmente que la tía se iría encargando de sus cuidados durante esos días pero sin perdernos a nosotros de vista.

   A pesar de todo, como yo estaba allí, la niña le montaba unas pataletas terribles mi hermana. Los primeros días a duras penas dejaba que se le acercara. Sólo me permitía a mí darle de comer, vestirle, bañarle… No os podéis ni imaginar el agobio que supuso esto para todos. El tiempo jugaba en nuestra contra, la peque no quería ver ni en pintura a la tía a la que habitualmente adoraba y que tiene buenísima mano con los niños y a mí cada vez me costaba más esfuerzo atenderla. Sobre todo mi angustia era que mi pequeña no se sintiera bien en mi irremediable ausencia con motivo del parto y el ingreso…Pero bueno, hicimos lo que pudimos.

   Por suerte, mi hermana me comentó que cuando ingresé para dar a luz, la niña estuvo fenomenal. Al parecer, el comportamiento negativo lo tenía cuando yo estaba presente. Así que lo dicho, procurad que al menos mantenga sus rutinas habituales. Y si tiene que irse a otra vivienda también sería bueno que se llevara sus juguetes preferidos o elementos que le resulten familiares.

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  • Evita otros cambios que puedan posponerse sin problemas: En nuestro caso, retrasamos el momento en el que se suele iniciar la retirada del pañal aunque la veía preparada para ello. También esperé a quitarle el chupete, que, aunque me hubiera gustado que fuera por entonces para no perjudicarle la dentadura, esperé hasta unos meses después de que naciera su hermana. Bastantes retos tenía por delante para añadirle más «pruebas». Además, aunque teníamos previsto mudarnos, esperamos también un tiempo razonable para no desestabilizarle.

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  • Dedicarle tiempo de calidad: Aunque ésta es una actividad que debemos procurar siempre, con más motivo si cabe en ese momento. Fomenta su autoestima con tu cariño, con el reconocimiento de «lo mayor que es» y de todos los progresos que hace. Busca esos ratos que son «sagrados» para ambos. El momento del cuento, jugar con bloques de construcción, el ratito de mimos y cosquillas tras el baño, un paseo especial a solas…Todo esto contribuirá en gran medida a que el peque afronte tan importante cambio con mejores «herramientas» (seguridad, autoestima…).

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   En el próximo post, profundizaremos en la manera de gestionar los celos una vez que el bebé ha nacido o en periodos puntuales en los que éstos «vuelvan» tras haberlos superado aparentemente. Y, como os he comentado, también os facilitaré una lista de libros que os ayuden en esta tarea. Un abrazo a todos y hasta la próxima. ¡Ánimo con los periodos de adaptación al cole y la guarde!

 

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4 comentarios en “Celos entre hermanos ¿Cómo prevenirlos durante el embarazo?”

  1. Esto de los celos es un tema que me parece muy extraño, porque ciertamente me he encontrado con muchas historias de celos cuando la mamá está embarazada, pero la verdad con mi peque no me ha tocado vivir esa etapa, y cuando me toco vivirla a mi, recuerdo que era la más emocionada porque iba a tener un hermanito. Cuando me toque me tocará aplicar estos tips. Besos

    1. Hola Erika! La verdad es que es un asunto sorprendente. Nos demuestra que los niños son muy sensibles a todo tipo de cambios y que se dan cuenta de todo. Quizás nos es algo que necesariamente tenga que ocurrir en todos los casos. Cada niño y cada familia es un mundo y también es muy importante la edad del niño. Normalmente cuando los hermanos mayores tienen una edad más avanzada como cuentas suele ser motivo de alegría e ilusión. Fundamentalmente porque ya tienen más recursos para entender lo que va a suceder y no lo sienten como una amenaza. Si algún día te toca vivirlo ya tendrás a mano estos recursos que espero que te ayuden. Un beso

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