Trabajar con alegría es posible y depende en gran medida de nuestra actitud ante la vida. He de confesar que no soy fan de las frases edulcoradas tipo «despiértate cada día con una sonrisa»; «nunca dejes de sonreír»…No es por tanto de este «tipo de alegría» del que os hablo, sino del que sale del corazón y nos aporta serenidad.
No es ningún secreto que el día a día y la vida en general supone superar una serie de retos, contratiempos, circunstancias y golpes que nos hacen perder en muchas ocasiones la paz interior, la ilusión o la motivación. Quien pretenda vivir sin problemas o dificultades debería apuntarse a otro juego…¿Cómo logramos entonces mantener ese bienestar que todos perseguimos?
Lo que quiero compartir con vosotros a continuación podría ser aplicable a cualquier sector de nuestra existencia, pero me gustaría centrarme hoy en el trabajo. Dedicamos mucho tiempo y esfuerzo diario a esta ocupación. Por tanto, sumará o restará en gran medida a esa alegría de la que os hablo según lo vivamos.
Cambia el chip. Obligación no tiene por qué ser sinónimo de castigo
En la era del hedonismo, palabras o conceptos como el de «obligación» no molan demasiado. Pero qué tal si somos «listos» y cambiamos nuestra mentalidad para entenderlo como lo que es: una oportunidad, un regalo para desarrollarnos como personas y hacer de éste un mundo mejor.
Piensa que hay quien sueña con poder tener una «obligación» como la de levantarse cada día y dirigirse a su puesto de trabajo. Una de las causas que lleva a sumirse en un estado de depresión a muchas personas es la de sentir que no tienen una función o papel en la vida, que no «sirven» para nada, que no tienen un por qué…
El trabajo no puede convertirse en un fin o un por qué para vivir, pero si lo entiendo como un medio que contribuye a ese equilibrio interno que todos buscamos y que nos permite canalizar nuestro potencial para servir a la sociedad y a las personas.
Recuerda el bien que haces a otros y a ti mismo con tu trabajo
Cuando el día a día se hace duro, me gusta levantar la vista del ordenador y «mirar lejos». Recordar qué sumo o aporto con mi labor diaria, a cuántas personas ayudo.
Aunque tu actividad profesional pueda resultarte sin demasiada «importancia», pienso que todo trabajo digno hecho con amor y entrega aporta y mucho más de lo que a priori podríamos imaginar. Piensa en lo que se agradece llegar a una oficina que está limpia, que te sirvan un café en su punto, que te resuelvan una duda administrativa con una sonrisa y aportándote soluciones a tu problema, encontrarte los alimentos bien clasificados en el supermercado…
¿Alguien se atrevería a decir que las personas que están detrás de que esos servicios funcionen bien realizan labores sin importancia? Todo suma a tu bienestar y al de los demás.
El trabajo es una genial escuela de virtudes y superación. Aprovéchala y enriquécete como persona. Aporta lo mejor de ti a la sociedad con tu labor diaria.
Padres que cumplen su obligación con alegría
Una vez más esos ojitos que nos dan la vida se posan sobre nosotros y aprenden más con lo que ven que con lo que podamos contarles. Qué molesto es cuando nuestros hijos protestan cuando les pedimos que cumplan con su deber. Pero ¿qué lección les trasmitimos cuando sólo escuchan quejas por nuestra parte en lo que a nuestra labor profesional respecta?
Matizo…Creo que es hasta positivo que nos vean cansados e incluso preocupados o contrariados en alguna ocasión por motivos de trabajo. Me parece una genial idea contarles (siempre teniendo en cuenta su nivel y sin trasmitirles angustia o inseguridad) que hemos tenido un día duro, o que estamos agotados. Se enfrentarán muchas veces a esa sensación a lo largo de su vida y aprenderán así a normalizar esas situaciones y sobre todo a cómo gestionarlas.
Pero qué importante es que nos vean agradecidos por nuestro trabajo, que cuidamos también nuestros momentos de descanso y desconexión, que realizamos nuestra labor lo mejor que podemos… La familia es un escuela de vida maravillosa para nuestros hijos, no lo olvidemos. Tampoco en lo que al trabajo se refiere.
Identificar cuándo ha llegado el momento de cambiar o hacer ajustes
Empeñarse en recuperar esa alegría cuando no es posible encontrarla
Maite, todo lo que me cuentas es muy bonito, pero…¿qué pasa si por mucho que me esfuerzo, no soy capaz de sentirme satisfecho? ¿si la dureza de mi día a día por diversos motivos me impide trabajar con alegría? ¿qué hago si el trabajo es precisamente ese elemento que está desestabilizándome como persona y entorpeciendo el bienestar de mi familia?
Entonces CAMBIA. El cambio no tiene por qué ser buscar otro trabajo (o sí). A veces basta con hacer algunos ajustes en el horario o las funciones que desempeñas. Puede que toque tener una conversación delicada con tu jefe o tu compañero. Pero el inmovilismo y «aguantar hasta reventar» no me resulta una opción acertada…
Sé que cuando uno se encuentra en una encrucijada como ésta no es nada sencillo y provoca mucho sufrimiento. Me he visto en situaciones así en varias ocasiones y sé lo que supone…
Cambios o ajustes que dan vértigo pero que valen la pena
Siempre me ha provocado una impotencia enorme cuando veo en otros (sobre todo en familias) que realmente, el origen de muchos de sus problemas está en el que debería ser un medio para el progreso a todos los niveles y no una soga que aprieta nuestros cuellos y no nos deja respirar…
No es fácil tomar decisiones o hacer cambios cuando las necesidades económicas para sostener una familia nos persiguen. Pero estoy convencida de que a veces tendemos a establecernos en una situación que parece no tener solución, cuando el cambio o la salida sí está en nuestra mano. Percibo mucho miedo al cambio y «cabezonería» al empeñarnos en seguir la senda que un día decidimos emprender.
Piensa que si no te hace feliz, no te llena, está perjudicando tu salud mental o física o está suponiendo una barrera inmensa entre tu mujer/marido y tú y entre tus hijos y tú…¿Vale la pena? ¿Realmente no puedes cambiar algo para salir de esa espiral? Ahí lo dejo…
Vaya por delante que soy plenamente consciente de que NO ES NADA FÁCIL. La conciliación sigue siendo una asignatura pendiente en la mayor parte de los hogares, las circunstancias socioecónomicas no permiten que todos accedan a su puesto soñado, deseado o «ideal». Lo tengo clarísimo. Pero realmente, dentro de tus posibilidades, ¿estás en el mejor lugar? ¿estás dedicando tu esfuerzo y tiempo a algo que vale la pena?
Quiero mandar un abrazo inmenso a todo el que me esté leyendo y no esté atravesando un momento fácil por este motivo…Insisto en que conozco lo mal que se pasa cuando esta variable del trabajo diario nos falla; cuando sabemos que algo no va a bien y nos está dañando a nosotros y a nuestro entorno más cercano.
Pero de verdad deseo animaros a que reflexionéis y agotéis todas la opciones que están a vuestro alcance para que vuestro trabajo se convierta en un medio para sentiros realizados y hacerle la vida más fácil a los demás y no en un elemento de tortura y ruptura de nuestro ser.
Cuéntame por favor, si estas líneas te han ayudado en algo. Te han hecho reflexionar ¡Nos leemos!