Somos referentes para nuestros hijos. Enseñémosles a quererse tal y como son.

Uno de los aspectos que más presión genera en mi vivencia de la maternidad, es la consciencia de la influencia que puedo ejercer sobre mis hijas. Ya no sólo mediante mis enseñanzas o palabras, sino sobre todo con mi ejemplo. En definitiva, que soy el principal referente que tienen.

 

A menudo las peques me hacen caer en la cuenta de que sus ojitos están 24 horas puestos sobre mí. Con esto no quiero agobiaros. Ya la vida trae consigo suficientes apuros…Pero a raíz de una experiencia que tuve hace unos días, pensé que sería bueno hacer una reflexión con vosotras por si en algo puede ayudar. Y como más vale «ocuparse que preocuparse», creo que todas debemos ponernos las pilas en este sentido.

¿Qué comportamientos «cotidianos» pueden afectar a nuestros hijos?

Obviamente, muchos. Pero hoy quería centrarme en la percepción de nuestra propia imagen. Muchas de nosotras, en más de una ocasión, hacemos comentarios a viva voz sobre nuestro aspecto. «Me veo gordísima con esta falda»; «Estoy horrorosa»; «¡Qué no salga en la foto, que estoy feísima!»… Y otras lindezas de ese tipo o aún peores.

Somos humanas y es comprensible que ocurra. Todas tenemos nuestros complejos e inseguridades. Además, la sociedad nos atrapa en general bajo el yugo de la ansiada «perfección», la tiranía del aspecto físico y los convencionalismos acerca de lo que es considerado «bello». Difícil huir de dichos cantos de sirena…

Nos guste o no, estos patrones tendrán mucha influencia sobre la autoaceptación o percepción que nuestras hijas tengan de su propio aspecto y su cuerpo. Que nadie se engañe pensando que son pequeños y no se enteran…Mi hija de 3 años me demuestra que toma nota de todas y cada una de mis palabras y actitudes y las entiende perfectamente…

Aunque la «Bella y la bestia» vienen a recordarnos de nuevo que la belleza está en el interior, lo cierto es que, en general, a todos nos preocupa nuestro aspecto externo. Y no me parece mal que así sea. Siempre y cuando no perdamos de vista los límites y se trate de una «preocupación sana».

A donde quiero llegar es a que no debemos olvidar que cada vez que nos «despreciamos» al mirarnos al espejo, le estamos trasmitiendo a nuestros hijos una serie de mensajes tremendamente negativos:

  • Rechazar con rabia lo que ve si no corresponde con lo que espera o con lo que supuestamente le pide su entorno.
  • Entender que su aspecto es lo suficientemente importante como para generarle tristeza, rabia e insatisfacción personal.
  • Indicarle que la alegría reside en cumplir unos determinados cánones de belleza y que si no es así ha de «castigarse»…
  • Hacerle ver que su entorno le aceptará en la medida en que físicamente tenga un aspecto determinado.

¿Qué podemos enseñarles en relación a su aspecto físico y al de los demás?

1) Apreciar sus características particulares.

El valor de tener un cuerpecito que les permita escuchar, ver, oler, correr, saltar…Que esas pequitas que adornan su nariz le hacen hermosa y especial…No se trata de convencerlas de que son los niños más bonitas del mundo (sería alimentar una «autoestima» mal entendida). Todos tenemos puntos fuertes y débiles. Pero cada uno ha de quererse tal y como es y respetar a los demás de la misma manera. Además, las personas somos mucho más que un cuerpo.

2)  Cuidar su salud, aspecto físico, higiene y arreglo personal.

Se trata de un acto de respeto a sí misma y a los demás. Nuestra imagen es nuestra carta de presentación. Es positivo trasmitirles también que han de cuidar su cuerpo y su salud llevando una alimentación sana y una vida activa. Nuestro cuerpo es un regalo y como tal hemos de preservarlo.

3) Respetar a los demás independientemente de su aspecto físico y características.

¿Hacemos comentarios hirientes acerca de otras personas burlándonos de su aspecto físico? ¡Cuidado con esto! Porque no sólo influimos sobre su autopercepción sino sobre cómo tratarán ellos a aquellos que consideran «diferentes» o «imperfectos». Es precioso trasmitirles el valor del respeto hacia todo el mundo y que hacer sentir mal a otra persona por su aspecto o características personales no debería estar entre sus ocupaciones…

Especial cuidado tenemos que tener las madres de niñas. Porque desgraciadamente el fantasma «de la tiranía del aspecto físico» y la inseguridad nos persigue con más frecuencia a nosotras. No quiero entrar en asuntos como el de los trastornos alimentarios, que afectan en un porcentaje mucho mayor a las mujeres, pero todas lo sabemos… Aunque, obviamente, las ideas que os trasmito en este post pueden y deben ser aplicadas también a los niños. ¡¡Y a los padres!!! Cuyo comportamiento al respecto también tendrá mucho peso.

Enseñémosles a quererse y apreciar a los demás tal y como son. Y a que el autocuidado personal, aunque tiene su importancia, no sobrepase los límites de lo razonable y ni mucho menos les impida ser felices.

Para ello, además de ser especialmente delicadas con lo que decimos en su presencia, empecemos por aceptarnos, cuidarnos y querernos nosotras mismas. Es normal que haya aspectos de nuestro físico que no nos gusten, puesto que ninguna somos perfectas. ¿Pero eso te roba la paz y la alegría? ¡Piénsalo y  trabájalo!

Espero que este post os haya hecho reflexionar. Ya me contaréis vuestra opinión al respecto. ¡¡Nos leemos muy pronto!!

 

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