Las observo mientras están concentradas desmenuzando «arena mágica». La amasan, cuidadosamente la introducen en los moldes, y tras unos toquecitos de gracia se entusiasman al descubrir que han formado una figura de sirena. Sus ojitos brillan, sus sonrisas se alargan de oreja a oreja, aplauden con todas sus fuerzas…Sin duda están disfrutando del momento. De que mamá esté sentada a su lado y participe de su juego sin atender a nada más. De que su hermanita le acompaña y enriquece el momento. No puedo evitar detenerme a reflexionar al respecto ¡Cuánto me enseñan estas pequeñas grandes sabias!
La sabiduría de un niño es la más pura y natural. No se aprende en los libros, ni asistiendo a clases magistrales. Ni siquiera en conversaciones con grandes eruditos. Es una sabiduría que en lugar de crecer, por desgracia, con los años suele menguar. Mi objetivo cada día es reencontrarla, desempolvarla, resistirme a que muera la niña que hay en mí. Con esa sabiduría se nace y en nuestras manos está mantenerla y luchar porque el devenir de la vida no la sepulte.
El TIEMPO, esa realidad que nos acompaña y persigue a diario y de la que no podemos escapar, pero si aprender a manejar a nuestro favor. Los niños tienen mucho que enseñarnos al respecto. Esa capacidad concentración en el más pleno sentido de la palabra. De disfrutar intensamente de la vivencia inmediata, del AHORA. Sin duda el pasado puede y debe tener una misión aleccionadora para cada uno, también es un buen mecanismo para atesorar recuerdos positivos, entrañables, emocionantes…El futuro puede y debe aportarnos la ilusión, las ganas de luchar por alcanzar nuestros objetivos, el entusiasmo y la motivación para alcanzar nuestros sueños, las expectativas por vivir lo que nos espera. Pero el ahora, el hoy, el presente han de tener un peso especial en nuestra vida.
A veces tenemos la sensación de «vivir» fuera de nuestra realidad. En muchas ocasiones nos ensimismamos buceando en nuestro pasado con nostalgia, culpabilizándonos y frustrándonos por no haber hecho las cosas de otra manera, por haber tomado decisiones equivocadas, por no haber pedido perdón en su momento, por no haberle dicho «te quiero»…Si todo esto nos lleva a un arrepentimiento positivo. A aquel que nos invita a poner de nuestra parte para cambiar lo que no nos convence ni nos gusta, bienvenido sea. Pero si sólo nos evade de nuestro presente y alimenta en nosotros un desasosiego paralizante, entristecedor, huyamos de esos pensamientos. Si soñar con nuestro futuro, con una realidad idealista que quizás nunca alcancemos y que nos impide saborear aquellos sueños que a día de hoy ya son una realidad, o a angustiarnos por los sufrimientos que tememos experimentar o por las dificultades que nos resta por sobrepasar, corramos también hacia otra dirección.
Mamá, lo que has vivido hasta tener a tu pequeño en brazos no tiene parangón. Sólo nosotras entendemos lo que hemos vivido en este proceso de «SER MADRES» que nunca se detiene desde que comenzó. Sin duda nuestra cabeza y nuestro corazón volarán y se detendrán en muchas ocasiones en esos recuerdos que mudaron nuestra «piel». Que no son comparables con ninguna otra experiencia humana. Y esto no es malo. Son tus tesoros, y de vez en cuando viene bien sacarlos de su escondite, observarlos y recrearnos en ellos recordándonos que somos unas absolutas privilegiadas y que hemos tenido la dicha de experimentar verdaderos milagros ordinarios. Pero deja de fustigarte con aquello que crees que deberías haber hecho de otra manera, que consideras equivocado, que no aprovechaste al 100%.
Como madre entiendo perfectamente tu preocupación por el futuro de tus hijos. El miedo a fallarles, a no poder darle todo aquello que consideras necesario. La angustia de saber que no podrás evitarles experimentar el sufrimiento, el dolor o las dificultades…Pero si algo valioso has de regalarles a tus hijos es tu presente, tu presencia real a su lado, AHORA.
De que les sirve a tus hijos encontrarte haciendo mil cuentas y listas para poder darles todo si no les escuchas, no compartes sus juegos, no les miras a los ojos cuando te cuentan que han visto un caracol paseándose por el jardín…Sin lugar a dudas tenemos que sentarnos a planear, proyectar y organizarnos. Pero que todo esto no impida que el grueso de tu tiempo sea ese AHORA. Yo me derrito observando sus pestañas infinitas. Buscando a su padre, a nuestra familia y a mí misma en sus rasgos, gestos, gustos, poses, su carácter…Contemplarlas mientras juegan, se quieren, comparten, se enseñan, imitan, explican, analizan, experimentan. Me encanta observar sin que sean conscientes, los gestos que ponen al empatizar con la «peli de dibus» que están viendo, con el cuento que les estoy contando. Cómo sus emociones se reflejan en sus caritas…
¿Quién nos devolverá el AHORA de nuestros peques? ¿Quién les de devolverá a su mamá de hoy, de AHORA?
Que nuestro pasado y nuestro futuro no nos roben el presente. AHORA es el momento, hoy SOMOS. Lucha por estrujarlo y disfrutarlo, aprende de tus pequeños, ¡te lo mereces!¡se lo merecen!
Totalmente de acuerdo. Hay que disfrutarlos a tope ahora porque nadie nos va a devolver su infancia cuando ya hayan crecido. Yo también me resisto a perder a la niña que hay en mí. Me encanta sorprenderme y disfrutar de cada pequeña cosa aunque muchos me tachen de infantil. Qué me importa… En el fondo ya les gustaría vivir todo tan intensamente como nosotros 😀
Así es guapa!! Que no muera nunca tu niña interior. No se trata de infantilismos sino de no perder la belleza de la infancia. Esa ilusión por la vida, la sencillez de disfrutar las cosas pequeñas, el amar desinterasadamente…Tantas cosas!! Un besazo y me alegro de que te haya gustado el post.