En este blog escribo sobre lo que tengo en la cabeza y en el corazón. Soy una persona muy observadora y crítica con todo lo que veo y percibo. No lo hago voluntariamente, me sale de forma natural. Quizás lleve una pequeña filósofa en mi interior… Me paso el día analizando, detectando circunstancias que hacen que las personas sean menos felices de lo que podrían ser, que las parejas no terminen de funcionar, que las madres vivan angustiadas injustamente… De todo ello saco conclusiones y procuro hacer cambios en mi vida que faciliten que todo fluya mejor. Además, tiendo a compartir esas ideas prácticas y aliviantes con la gente a la que quiero o que se encuentra en mi entorno cuando pienso que pueden ayudarle.
Todo este rollo viene a que hoy me gustaría compartir con vosotras una reflexión de esas que os acabo de comentar y que ronda estos días por mi cabeza debido a distintas situaciones que he presenciado. Y es que últimamente detecto con claridad como, por desgracia, en muchas ocasiones se tiende a dar por normal que la comunicación y sobre todo el entendimiento y el compartir en el matrimonio (vida, sentimientos, experiencias, pensamientos, miedos, alegrías, ilusiones, sueños…) deje de ser medianamente fluida cuando llegan los hijos.
Además se ha «normalizado» también el «esto es cosa de ella» o «esto es cosa de él y yo no me meto«, «ya se sabe que los hombres…», «ya se sabe que las mujeres…». Se confunde el respetar que cada uno siga teniendo su parcela de individualidad, hobbies o momentos en los que disfruta en soledad o sin estar en compañía de la pareja (lo cual es muy sano y totalmente aconsejable) con el desentenderse de lo que le pase al otro en la medida en que a mí no me afecta porque es «cosa suya».
No es nada nuevo que la comunicación hombre-mujer tiene su «intríngulis» y que no estamos hablando de un tema exento de complicaciones. Pero si aprendemos a manejar las variables que hacen que ésta llegue a ser fluida y eficiente tendremos un gran camino andado hacia el entendimiento, la complicidad y el bienestar en pareja. A pesar de las dificultades para entendernos, puesto que a menudo puede parecer que hablamos «distintos idiomas»o empleamos canales y pautas de comunicación diferentes, ambos tenemos mucho que decir en una historia de DOS. Es más, no concibo que la relación sea sana si la comunicación falla.
Y aplicando este reto de la comunicación de la pareja a un aspecto concreto me gustaría centrarme hoy en lo que afecta la vivencia de convertirse en padres. Si históricamente hemos reclamado la voz y el voto de la mujer en el matrimonio (algo que va de suyo y sin lo cual no podríamos hablar de matrimonio sino de otros términos mucho más feos e indeseables) , a día de hoy pienso que el hombre también tiene aún un largo camino que recorrer para encontrar su papel (co-protagonista con la mujer) en lo que a la concepción, gestación, parto, crianza y educación de los hijos se refiere.
De manera histórica y casi automática, en dichos campos visualizamos a la madre como dueña y señora de la situación. Obviamente esto suele ocurrir porque indudablemente a la mujer, la maternidad, sobre todo en los primeros años de vida de la criatura, le supone un compromiso corporal y espiritual mucho mayor que al hombre. En esto no cabe discusión. Pero dicha realidad no debe llevarnos a que el padre, pase a convertirse en un mero espectador del panorama, alguien que pasa por allí y de vez en cuando interviene.
Éste ha de hacer un esfuerzo importante por empatizar con lo que por decisión de la naturaleza le toca vivir a su mujer, involucrarse todo lo posible, buscar aprender, entender, preocuparse…Porque esto de la paternidad se puso en marcha por parte de DOS, y así ha de ser la vivencia de la misma. Me encanta cuando algunas parejas dicen eso de «estamos embarazados». Es una bonita manera de reflejar esa realidad en la que ambos vamos a una en esto de traer una vida al mundo y responsabilizarnos de su desarrollo, crianza, educación y bienestar.
El padre, con todos mis respetos, ¿tiene alguna función a parte de «poner la semillita» en lo que a crianza y educación de nuestros hijos se refiere? No sé si es porque las madres pecamos de voluntaristas y tendemos a adueñarnos de estos menesteres o porque ellos se acomodan en una «ignorancia» aceptada socialmente que les permite escurrir el bulto en estos ámbitos, pero lo cierto es que detecto con demasiada frecuencia situaciones de sobrecarga en las madres y excesiva despreocupación por parte de los padres. Y no porque ambos así lo deseen sino porque una especie de «vicio institucionalizado» hace que esto sea así. Además, aunque parece que los hombres ni sienten ni padecen, en lo que a los churumbeles se refiere, esto no es cierto. Y es importante que él se exprese y que ella tenga en cuenta su parecer al respecto.
Esta realidad indudablemente contribuye a crear una brecha entre la pareja. A una vivencia en soledad de una realidad que por naturaleza corresponde a dos. Y de manera contradictoria, lo que supuestamente debe representar en mayor medida vuestra unión (los hijos) pasa a ser vuestro mayor enemigo u obstáculo entre los dos. Ella se siente desbordada y una especie de cuidadora y generadora de niños en el más utilitarista sentido de la expresión, que pierde poco a poco su identidad como mujer.
Y él pasa de tener una mujer a su lado con la que compartir su vida, a la que admira y disfruta de su compañía, a vivir bajo el mismo techo que un «ser encargado de criar a sus hijos», al que no le une nada en común, salvo dicha descendencia. Y si además, esta falta de comunicación, desencadena momentos de tensión, de explotar, de ya no puedo más, de ¿a ésta qué le pasa ahora?, de desconfianza, hastío y rutina…apaga y vámonos. Quizás puede resultar exagerado, pero llegar a estos puntos desgraciadamente es relativamente fácil y frecuente si no se ponen desde el primer momento los medios para evitarlo. Y si no, analizad los divorcios que conozcáis en vuestro entorno cercano y veréis como en muchos casos se dio esta realidad de fondo…
Doy vueltas a todas estas ideas porque aunque es algo que he pensado en muchas ocasiones he presenciado algunos casos concretos en los que me ha chocado especialmente toparme con esta realidad. En un caso, un matrimonio estaba atravesando un mal momento porque tenían problemas de fertilidad y no llegaba el deseado embarazo. La mujer lo llevaba especialmente mal porque durante años había soñado con la idea de ser madre. Y según comentaba ella, no tenía ni idea de cómo enfocaba su marido esta circunstancia «porque ya se sabe que a los hombres les cuesta manifestar sus sentimientos«.
En el segundo caso, un matrimonio atravesaba el duro trance de perder al bebé que estaba en camino a los 5 meses de gestación. En este supuesto, ella comentaba también que su marido evitaba desahogarse con ella porque sabía que era la que llevaba la peor parte…Os puedo relatar también el caso de una madre de familia numerosa, que se ve desbordada con el cuidado de sus hijos, que compatibiliza muy a duras penas con el ejercicio de su profesión y que desde hace un tiempo, echa muchísimo en falta el afecto de su marido, un rato para dos, el hablar de algo que no sea la logística de la familia, el tener un rato de intimidad…Pero como el marido llega a casa a altas horas de trabajar, éste le pide que por favor, no le saque temas problemáticos, que no le pida más, puesto que está cansado y no tiene ánimo para hablar…
Aparentemente no tenemos porqué detectar nada raro en estas situaciones. Tenemos tan interiorizadas este tipo de conductas que ni nos chocan. Pero en cuanto las conocí, lo primero que me vino a la cabeza es un sentimiento de tristeza. La certeza de que algo falla en esos matrimonios cuando ni tan siquiera ante la vivencia de situaciones tan duras, encuentran importante una comunicación fluida de los sentimientos, miedos, experiencias… Entiendo que cuando se está viviendo un trance tan complicado es fácil que todas las atenciones se centren sobre «el problema» y no tanto sobre cuestiones que pueden resultar a priori secundarias como si me he sentado o no a hablar sobre el tema con mi marido a contarle y que me cuente mirándonos a los ojos. Y en el último caso que os he narrado, quizás mucho más habitual y cotidiano, asumimos como irremediable el que llega un momento en el que el frenético ritmo de trabajo, los niños y la casa, difícilmente dejan tiempo para estas «florituras», puesto que esa necesaria conversación sólo ocurre en las películas o en familias de revista.
Esta falta de comunicación afecta enormemente a la buena salud del matrimonio y, sin duda, a los hijos. Habitualmente en mayor medida, con la llegada de los hijos, las madres tendemos a volcarnos en sus cuidados y obviamos la atención a aquél con el que comenzamos esta locura de traer una vida al mundo. Y ellos suelen desentenderse de muchos de los apuros, miedos o agobios que experimentamos las mujeres a la hora de ser madres, olvidando que la tarea de sacar un hijo adelante también es cosa suya y que en esos momentos los necesitamos más que nunca. Y no por habitual debemos asumir como inevitable este problema que es mucho más importante de lo que a priori parece.
Está claro que tanto el hombre como la mujer tienen que poner todo su empeño en frenar esa «inercia» que nos tira hacia abajo. Nos jugamos mucho en esta «empresa» que iniciamos juntos y que juntos hemos de construir cada día. Los problemas serán menos problemas o al menos más llevaderos. Y la unión será irrompible si ambos os sentís comprendidos, escuchados, consolados, aliviados y acompañados…
Consejos para él:
- Sí, las contracciones las tiene ella, la barriga y el cuerpo le cambia a ella, el parto lo afronta ella, el pecho lo da ella… Pero…¿te has preguntado alguna vez, en qué consisten esas vivencias? ¿cómo se siente? ¿qué le duele? ¿qué echa en falta?. Pregúntale, acompáñale, participa y comprométete en todo lo que puedas. Deja que te manifieste sus miedos y preocupaciones. ¡ESCUCHA!, activamente. No es cosa suya, es VUESTRA.
- Si ella se queda en casa o ha decidido aparcar su profesión temporalmente para atender a los niños no está de vacaciones. Trabaja y muy duro. Y necesita desahogarse al final del día. Hablar y compartir impresiones con alguien que supere el metro de estatura. Las necesidades de la casa, la evolución del bebé, no es cosa suya, es cosa VUESTRA. Ella también ha tenido una dura «jornada laboral», también necesita descansos y vacaciones. Cerrar de vez en cuando la puerta de la oficina y apagar el ordenador. O al menos compartir preocupaciones…
- Si no entiendes por qué llora, por qué le da importancia a cuestiones que a ti te parecen tan anecdóticas o secundarias, pregúntale qué suponen para ella. Dale un abrazo con el que le comuniques que estás ahí, que sus lágrimas y apuros son las vuestras. No es tan difícil, EMPATIZA…
- Aunque estés cansado o te duela la cabeza en el preciso instante en que ella necesita hablar durante horas, no olvides que no te está contando pelis de vaqueros. Es vuestra empresa y requiere toda tu atención. Reserva ratos de calidad al día en los que sólo ella esté presente, por pequeños que sean, son imprescindibles. Si no no tienes ningún derecho a poner cara de desconcierto cuando un día estalle.
- Cuenta, busca la manera de expresarte. Los monosílabos trasmiten poca información. No pretendas sentirte comprendido cuando no te abres, cuando no desnudas tu alma ante ella, cuando no te atreves a mostrar tus miedos. Es algo sanador, reconfortante, y sólo así ella podrá ayudarte.
- Involúcrate, el bebé no es cosa suya. Ten presente su evolución. Pregúntale a tu mujer como han pasado el día los pequeños. Infórmate de cómo ha ido en el pediatra o en el cole. Saca ratitos a solas con tus hijos para conocer de primera mano como se encuentran, para educar y criar a la par que tu mujer. Ponte de acuerdo con ella sobre los valores que queréis trasmitir a vuestros hijos, no le desdigas. Los dos a UNA llegaréis mucho más lejos y vuestros hijos sentirán la seguridad de tener un padre y una madre que forman un equipo y a los que ambos trasmiten su esencia particular.
Consejos para ella:
- No des por hecho que como a él le cuesta trasmitir sus sentimientos mejor dejarlo estar y no insistirle. Ayúdale a que se abra. Pregúntale con mano izquierda para ir mostrándole poco a poco los beneficios de expresar lo que lleva dentro. Es necesario, de lo contrario es imposible que os entendáis.
- Procura no estar a la defensiva. Si echas en falta más atención o empatía por su parte házselo saber. Jugar a las adivinanzas no suele salir bien. Te arriesgas a que no adivine… La intuición no suele ser su fuerte. Si alimentas el malestar de sentirte sola o incomprendida tarde o tempranos estallarás de mala manera y vendrán problemas mayores. Dosifica esos enfados trasmitiéndole, sin dejar pasar mucho tiempo, las preocupaciones que tengas en ese momento, lo que esperas de él. No vayas llenando la lista de agravios sin resolver.
- No asumas lo relativo al embarazo o la crianza y educación de los hijos como tu función o tu cometido. Aunque dediques más tiempo que él a esas tareas es cosa vuestra. Consulta con él las dudas que te estés planteando al respecto, lo que te preocupe de vuestros hijos. Hazle saber cómo han pasado el día, novedades y avances que hayas descubierto…
- Si un tema te preocupa especialmente y necesitas que él esté al 100% cuando habléis del mismo, no dudes en poner todos los medios para facilitar el entendimiento y la comunicación. Busca el momento adecuado, en el que esté más descansado, los niños estén atendidos, no tengáis interrupciones…Y si algo te quita el sueño y te supera en un momento dado, dale la voz de alarma advirtiéndole que necesitas hablar, que busque él también un buen momento. A veces incluso ese momento idílico no llega pero las circunstancias apremian. Si hay que robarle horas al sueño, se hace. No hay mejor inversión que aquella que supone que los miembros de la pareja encuentren paz y fortaleza.
Esto son sólo unas pinceladas de todo lo que se podría llegar a dilucidar sobre los problemas de comunicación hombre y mujer y la importancia de que ésta fluya para que todo funcione. No sé si he sabido expresar correctamente el mensaje que quiero trasmitir y espero que en algo os haya podido ayudar. ¿Sientes que en vuestra familia cada uno va por su lado? ¿te sientes sola en la vivencia de la maternidad? Pon remedio. Es una lucha constante. Cuidar este aspecto os traerá muchísimos beneficios y evitará graves problemas en el futuro. Es cosa de dos, de él también…Y no hay cosa más hermosa que sentir que váis a la par. Él conoce tus miedos, y tú los suyos, conocéis en qué momento os encontráis y contáis con el apoyo incondicional del otro. Juntos (en todos los sentidos).
Me ha encantado el post! Los casos que has contado dan mucha pena 🙁 , pero creo que esto está cambiando mucho… Conozco bastantes familias en las que los dos comparten la crianza de los nen@s.
Sí, gracias a Dios se van viendo cambios importantes en ese sentido pero creo que aún queda mucho que hacer en detalles más sutiles. No tanto en que los dos cambiamos pañales o damos biberones (que aunque parezca mentira aún hay muchos casos en los que sólo se encarga la mamá) sino en implicarse más, en considerar que el sacar un hijo adelante es cosa de los dos en todos los sentidos y sobre todo en la comunicación de la pareja al respecto. Ese «hacer equipo» tan importante. Me alegro de que te haya gustado!
Padrisimo post, odio cuando dicen que genial que tu esposo te ayude, disculpa!! este es un equipo, saludos.
Así es!! A ver si poco a poco vamos cambiando de mentalidad! Para mí es vital hacer equipo para que la familia salga adelante y para que cada uno se sienta bien formando parte de ella. Un beso