Por fin me siento por aquí aprovechando que mi marido se ha bajado a la piscina con las peques y he encontrado un huequito. Tenía pendiente desde hace tiempo esta entrada sobre un tema que suele imponernos: la retirada del pañal. Llega el momento en que nuestro bebé, que ya no es tan bebé, abandona ese elemento tan característico de los primeros años.
Ya no soy primeriza y me he enfrentado con más seguridad al asunto en esta ocasión. Pero como ningún hijo es igual al otro, se han dado elementos novedosos. En el caso de mi hija mayor, cuando la vimos preparada, le propusimos dar este gran paso en su desarrollo. Podéis leer nuestra experiencia aquí.
Para nuestra sorpresa, en esta ocasión la peque (cumplió 2 años en Mayo) nos lo ha propuesto a nosotros. Ni con la primera ni con la segunda he tenido ninguna prisa por retirarles el pañal. Creo que no tiene ningún sentido hacerlo mientras no estén preparados. De hecho, podría decirse que incluso ofrecimos resistencia a la «audacia» de la menor en un primer momento.
Parto de la base de que no pretendo dar lecciones a nadie. Esta entrada no tiene la finalidad de ser un manual de instrucciones. De hecho creo que nadie debería seguir consejos al pie de la letra en este aspecto. ¿Por qué? Porque cada hijo y cada familia son únicos e irrepetibles. Y en este asunto, como en todos, debemos tener en cuenta sus características particulares y situación personal para decidir cuál es la mejor manera de actuar.
No obstante, siempre se agradece encontrar ciertas pautas orientativas o simplemente sentir que no estamos solos en esto. En el post que redacté cuando le retiramos el pañal a nuestra hija mayor, explico los elementos esenciales a tener en cuenta ante la retirada del pañal más pormenorizadamente. Hoy solo pretendo contaros esta nueva experiencia.
La peque llevaba unas semanas quitándose el pañal a todas horas y acercándose al baño cuando lo hacía su hermana. Decía: «yo también», «como los mayores»…Desde hacía bastante tiempo identificaba cuando tenía pis o caca, nos reclamaba para cambiarle el pañal mostrándose incómoda…Por otra parte, la seguridad y entusiasmo que muestra con cada avance en su desarrollo también fueron elementos muy positivos de cara a embarcarnos en esta nueva aventura. Pero, como os decía al principio, decidimos esperar un poco.
Si hay una característica que conviene que tenga este proceso es que se ha de asumir con paz (sin prisas, agobios, rigideces ni sobresaltos). Por entonces estaban aquí sus abuelos y una tía de mi marido. Las rutinas del día a día no eran ni mucho menos estables. Al salir de la guardería nos íbamos a la calle de paseo, cada día a un sitio nuevo. Esas circunstancias no me parecieron las más idóneas para asumir un cambio tan grande.
Desde mi punto de vista, lo mejor es esperar a un día o fin de semana en el que tengamos previsto estar tranquilos en casa. De esta manera, el peque identificará el orinal que usará habitualmente y podrá ir «ensayando» en un entorno conocido que le aporte confianza. También tendremos la ropita de cambio necesaria y la posibilidad de darle una ducha ante los normales «escapes». Nosotros estaremos más tranquilos y se lo trasmitiremos a ellos.
Por otra parte, y aunque lo ideal es adaptarnos al ritmo de cada niño, en la guardería la educadora estaba atendiendo, de manera progresiva, la retirada del pañal de un número reducido de niños. Y nos tocaba esperar a que los que habían empezado antes lo tuvieran «controlado». Creo que es importante la coordinación con la persona que se encarga de sus cuidados cuando los padres no están. Por todos estos motivos, esperamos un poquito a pesar de la ilusión y las ganas de la nena de pasar al «club de los mayores».
Eso no nos impidió que fuéramos acompañándola a prepararse hasta que llegara el momento idóneo. Volvimos a recurrir al cuento de «El orinal de Lulú», que tanto a una como a otra les ha encantado y creo que facilita mucho visualizar el proceso que se disponen a vivir y hablarlo con ellas.
Le enseñamos el orinal que iba a usar, entusiasmándole con la idea de lo bonito que era. El nuestro tiene una pegatina de Minnie que le encanta. Todos esos pequeños detalles ayudan mucho. Por otra parte, me hice con una buena selección de braguitas con personajes infantiles que reconoce y admira. Por tanto, la emoción iba creciendo por momentos.
Cuando llegó el día, una vez más, comprobamos que la capacidad de avanzar de los niños es tremendamente natural. Nos lo puso muy fácil. El pipí lo controló enseguida. La caca, como suele ser habitual, le costó un poco más. Con la dificultad añadida de que tuvo un par de episodios de estreñimiento y diarrea que no le facilitaban las cosas. Hubo un momento en el que me dio la sensación de que temía hacerla en el orinal. Pero con cariño y explicándoselo a su manera ganó en confianza y lo consiguió.
El refuerzo positivo ha sido un gran aliado en este caso, al igual que lo que sucedió con nuestra hija mayor. Por supuesto aplaudirle y festejar con ella cada vez que hacía las cosas en su sitio. También le encanta que le pinte una carita sonriente o una estrella en la mano. Pero evitamos darle premios materiales. Y armarnos de paciencia cuando hay escapes, evitando regañarle o que se asuste. Lo que sí hacía era recordarle el lugar donde debía hacerlo o que me avisara si tenía ganas.
Al principio yo le iba recordando cada cierto tiempo y posteriormente espaciando más los ratos en los que no le decía nada. Procuro que tenga el orinal a su alcance mientras juega y a ser posible siempre en el mismo sitio.
Me sorprende muy gratamente como ha ido ganando en autonomía y ya acude ella solita a hacer sus necesidades sin necesidad de decir nada. Se limpia y se baja el pantalón y las braguitas y vuelve a colocárselo después con toda soltura. ¡¡Se me cae la baba!!
Llegó también el momento en el que salimos a la calle sin pañal. He de admitir que es el que más me tensa. Siempre voy preparada con un par de mudas de ropa por lo que pudiera pasar y me llevo su propio orinal. Aunque parezca un poco absurdo, creo que les facilita mucho las cosas cuando están empezando. Cuando vea que está totalmente controlado dejaremos de hacerlo.
A día de hoy han pasado unos 20 días y aunque sigue habiendo escapes esporádicos lo doy por superado. En ocasiones le da pereza detener los juegos con su hermana y aguanta hasta que ya no puede más y se le escapa. Pero tiempo al tiempo… Ya hay días que trascurren sin un solo accidente. Y a ella se le ve feliz y segura. Un dato curioso es que aún no hace caca en la guarde, sino antes de salir de casa o al llegar. Claramente espera a llegar al lugar donde se siente más segura: su hogar. A ver si poco a poco se va soltando y no teme hacerlo fuera.
Espero que os haya ayudado en algo este post o el que escribí anteriormente sobre mi hija mayor a todas las que estéis con estos menesteres. Que hayáis encontrado alguna idea que os venga bien para probar con vuestros hijos, inspiración o simplemente ese sentimiento de acompañamiento que tanto se agradece. No dudéis en comentarme lo que queráis y lo hablamos. Un besazo y nos vemos muy pronto por aquí y a diario en mis redes sociales.