Puede que el título de esta entrada os sorprenda. Pero no se me ocurre un símil mejor para ese incómodo momento en el que nos vemos «negociando» con el pequeño e intentando salir airosos de una situación crítica (gestión de las rabietas, negativas, mal comportamiento, el «no» como respuesta para todo…). He pensado que quizás sería buena escribiros sobre ello por lo vivido en estos dos días de vuelta a la rutina tras unas jornadas un tanto alocadas.
Como sabéis, vivimos en Valencia y la semana pasada pudimos disfrutar de la fiesta grande de aquí, las Fallas. Además, nos visitaron mi hermana y su novio y las niñas no tuvieron colegio ni guardería. Todas estas circunstancias, aparentemente anecdóticas, pueden hacer que en determinados momentos se pierda la paz y la calma en el ambiente familiar. Y lo cierto es que, desde hace un par de días, se han agudizado las negativas por parte de mi hija mayor a vestirse para salir de casa, acostarse a su hora…
Por lo poquito que llevo en este particular oficio de ser mamá, ya he llegado a algunas conclusiones a la hora de interpretar el comportamiento de mis hijas y actuar en situaciones de crisis. Así que desde mi experiencia personal y sin ánimo de sentar cátedra sobre nada, quiero contaros como lo veo y lo vivo yo por si a alguien le ayuda.
¿Cómo evitar caer en «un pulso» o «enfrentamiento» con nuestros hijos cuando se dan esas situaciones?
Causas que hacen que los niños se «rebelen» frente a nosotros o agudicen las pataletas
1- Cambios.
Ocasiones tales como las vacaciones, en las que los peques cambian sus horarios, actividades, ambiente, compañías, alimentación y rutina…(Os lo contaba en un post a la vuelta del verano). La llegada de un hermanito. Una mudanza. El cambio de colegio o de profesor…
2- Carencias o necesidades.
Bien sea cuando el niño tiene sueño, hambre o simple y llanamente necesita más atención y cariño por nuestra parte.
3- Autoafirmación.
Desarrollo de su propia seguridad e identidad personal. Conforme los niños van creciendo pasan por distintas etapas, absolutamente normales en su evolución, que se caracterizan por la necesidad de manifestar su propia opinión o deseos y sentir que «llevan las riendas» de lo que les sucede.
En definitiva, necesitan tomar sus propias decisiones. Ésto no sólo no es negativo, aunque a veces a los padres nos contraríe, sino que es tremendamente positivo para su sano desarrollo como personas libres y autosuficientes.
Seguramente podría añadirse alguna más. Pero estas son las causas más comunes de «situaciones críticas» que constato con mis hijas y creo que las más frecuentes en general.
¿Cómo actuar cuando mi hijo «me lo pone difícil»?
Aunque parezca una obviedad, a menudo se nos olvida que nuestro pequeño tiene identidad propia, pensamientos, sentimientos, necesidades y vivencias distintas a las nuestras. Esta realidad requiere ser atendida con delicadeza y cariño. Está claro que somos sus padres y las personas que tenemos la enorme responsabilidad de guiarles, mostrarles los límites de su comportamiento y acompañarles en su desarrollo personal. Pero no olvidemos esta primera idea que os he querido resaltar.
1- Coge aire, respira, relájate. Párate y piensa antes de actuar.
El pequeño está manifestándote alguna necesidad que requiere tu atención. Sólo tienes que localizarla para actuar correctamente en consecuencia. No olvides que tú eres el adulto y la persona que tiene más recursos a la hora de enfrentar el problema. Si te ves desbordada por motivos de cansancio, nerviosismo, saturación, etc. y tienes la oportunidad, pídele a su padre o a la persona que esté contigo en casa que asuma la situación en tu lugar. A veces es lo mejor…Si no tienes otra opción, intenta serenarte primero. La ira, la desesperación y los nervios lógicamente no nos llevará a nada bueno.
2- Empatiza.
Una vez que hayas localizado el porqué de la actitud negativa de tu hijo ponte en su lugar. En el caso de mis hijas tengo clarísimo que en un altísimo número de ocasiones las negativas y retos de la mayor se deben al cansancio (noches en las que se ha acostado más tarde o que no ha dormido bien) y a los cambios de cualquier tipo a los que es especialmente sensible (rutinas, horarios…).
En el caso de la peque, que en mayo cumplirá 2 años, veo más acentuado el asunto de la necesidad de «autoafirmación» (Por la etapa de desarrollo en la que se encuentra). Está claro que en cualquier situación conflictiva, si conocemos el origen, encontraremos con mucha más facilidad la solución.
Es sencillo entender que, por ejemplo, cuando estamos cansados tenemos mucha menos paciencia y estamos más irritables. A ellos les ocurre lo mismo. A veces es tan simple como decirles que entendemos que se encuentran cansados y adelantar el momento de acostarles para que repongan fuerzas. A mi mayor le ayuda que le comente que yo también estoy cansada y que eso es «un rollo» ;).
3- Actúa con cariño e inteligencia emocional.
Siempre, siempre, siempre conseguiremos más y mejores resultados de una situación crítica con cariño. Intenta enfocar la situación en positivo. Háblale a su altura, mirándole a los ojos. Manifiéstale tristeza y preocupación por su comportamiento, hazle ver lo que está haciendo mal y por qué. Pero, al mismo tiempo, dile que le entiendes y confías en que lo va a resolver bien y cambiar su actitud.
4- Valora si vale la pena.
En ocasiones no tiene sentido entrar en «negociaciones» con el niño, puesto que se trata de cuestiones sin trascendencia. Por ejemplo, si tenías pensado ponerle una chaqueta azul y quiere la roja. No te va la vida en ello y no viene mal que de vez en cuando le permitas tomar sus propias decisiones. En definitiva, si puedes evitar conflictos innecesarios, hazlo.
Pero si, como me ha ocurrido a mí esta mañana, directamente no quiere ponerse el uniforme para ir al colegio, no hay otra opción que hacerle entender que es lo que toca de la mejor manera posible.
Es muy fácil decirlo, pero, en ocasiones, resulta francamente difícil ponerlo en práctica. En un mundo repleto de adultos cansados, estresados, impacientes y con enorme rigidez a la hora de afrontar situaciones sobrevenidas y frustraciones de todo tipo, parece que los pequeños van a contracorriente y vienen a rompernos los esquemas.
Cuando el reloj sigue su curso implacable y tienes que llegar puntual al trabajo y dejar a tu hijo en el colegio a la hora prevista, la negativa a vestirse puede llevarte al límite…Pero no podemos rendirnos. Con mano izquierda y mucho trabajo de autocontrol, paciencia, reflexión, empatía y cariño las cosas van saliendo y la paz y el bienestar se mantiene durante más tiempo en nuestro interior y nuestros hogares.
5- Si te equivocas y metes la pata, pídele disculpas y explícale como te sientes.
Si queremos enseñar a nuestros hijos a ser gente de bien, que mejor manera que con el ejemplo. Si llegado el momento crítico pierdes los nervios y le gritas o le dices algo de lo que te arrepientes, pídele perdón. Por pequeño que sea el niño será una gran lección.
Explícale que mamá está cansada, nerviosa y teme llegar tarde. Y que eso te ha llevado a actuar de manera incorrecta, pero que sientes haberlo hecho. Os sorprenderá lo bien que comprenden y se ponen en nuestro lugar en muchas ocasiones. Al menos, así lo vivo con mi hija de 3 años. No somos perfectos pero nuestra capacidad de recomenzar, rectificar y superarnos no ha de tener fin. Sin duda, a pesar de habernos equivocado, les estaremos enseñando algo muy valioso a nuestros hijos.
Además, será una magnífica ocasión para enseñarles a identificar sus emociones y gestionarlas. También cuando éstas traen consecuencias negativas.
6- ¿Qué tal un beso, un abrazo, una sonrisa o un «choca esos cinco»?
Sin duda serán el mejor colofón a una de estas situaciones de crisis superada por ambos con éxito.
En resumen, estos son los parámetros que tengo en mi interior a la hora de afrontar una rabieta o un enfrentamiento o actitud negativa por parte de mis hijas. Procuro no tener que llegar al punto 5. Pero cuando me equivoco, no dudo en ponerlo en práctica. Espero que os ayude tanto como a mí.
Aunque en esto de educar y criar a un hijo no hay fórmulas mágicas y desde luego cada uno tiene que encontrar su propia forma de hacerlo. No será exactamente la misma con cada hijo, puesto que todos somos diferentes y tenemos necesidades diferentes.
¿Qué otras pautas os funcionan? ¿Soléis actuar de la misma manera? ¡¡Nos leemos muy pronto!!