¿Qué aprendimos de nuestras hijas durante el confinamiento y la pandemia?

Hola después de un tiempo considerable. No me gusta pasarme por aquí sin contar con calma para hacerlo medianamente bien. Le he dado muchas vueltas a lo que comento en el título, ¿Qué aprendimos de nuestras hijas durante el confinamiento y la pandemia? Lo pongo en pasado aunque aún seguimos viviendo esta situación mientras os escribo, pero el aprendizaje sólo puede ser pretérito, tras haberlo procesado un poco.

 

Me consta que no soy la única que piensa que los pequeños nos han dado una gran lección en tiempos complejos. Y me gustaría que quedara reflejado por aquí e invitaros a reflexionar conmigo.

 

Tiendo a observar todo lo que ocurre a mi alrededor, tanto si un pájaro canta en un árbol, el aspecto del cielo, los rostros de las personas con las que me cruzo y, sobre todo, a mis hijas.

Al principio de esta situación que nos pilló un poco de sopetón o sin demasiado aviso, reinaba el desconcierto y la duda. Quizás estas compañeras de camino que habitualmente no suelen sernos agradables nos «salvaron» un poco mentalmente. Ante la perplejidad de experimentar cómo se nos conminaba a permanecer en nuestras casas salvo para actividades esenciales como hacer la compra o tirar la basura, rápidamente me puse a pensar qué explicación darle a mis hijas para que no les supusiera una experiencia angustiosa.

Habitualmente, tiendo a hablarles muy claro y sinceramente, adaptando el lenguaje o contenido a sus edades pero con mucha franqueza. Pienso que es la forma ideal para que vayan, de manera contextualizada y de acuerdo con el curso y las experiencias que vive nuestra familia, aprendiendo a encarar su existencia y la de quienes les rodean con naturalidad y consciencia. Pero desde el principio nos sorprendieron asumiendo la situación como si hubieran vivido así toda la vida…Y francamente, me dio mucha paz ver que seguían jugando felices como si nada pasara a pesar de ser muy conscientes de ello.

JUGAR, EL TRABAJO Y FORMA DE EXPRESIÓN DEL NIÑO

Y ésta una de las cosas que más me llamó la atención. Francamente, al estar tantas horas entre cuatro paredes, creo que desarrollaron con más fuerza su imaginación. Nunca vi más cambios de disfraces, roles diferentes, historias increíbles que observaba atónita, despliegue de «medios» convirtiendo toda la casa en zona de juegos…

LAS RISAS, LA BANDA SONORA DE NUESTRO HOGAR

Curiosamente, reían y cantaban casi a todas horas. Sin duda se encontraban en su lugar seguro y preferido del mundo. Su casa, su familia. No necesitaban nada más. Mientras estuviéramos juntos y pudieran cantar, jugar y bailar. Si papá, mamá y su hermana estaban bien, todo era perfecto.

VIVIR EL PRESENTE

Les preguntaba por su cole y sus amigas, y aunque los adoran, no lo echaban en falta. La vida les proponía esa nueva vivencia y simplemente la exprimían de la mejor manera que sabían, disfrutando de su presente sin preguntarse qué pasará mañana o anhelar lo que hacían antes.

TIEMPO DE CALIDAD Y EN CANTIDAD CON SUS PADRES, UN TESORO DE VALOR INCALCULABLE

Observé también que el pasar más tiempo con nosotros era para ellas un premio que saborear. Felicidad en estado puro y las conversaciones sobre los temas más inverosímiles o disparatados fluían con toda facilidad.

EL ORDEN Y LAS RUTINAS QUEDARON UN POCO DESDIBUJADOS

Pero no pasaba nada, no era lo importante, era precisamente eso lo que necesitaban, flexibilidad y cierto caos que relajara la tensión de los adultos.

ELLAS TAMBIÉN SIENTEN, PERO LO EXTERIORIZAN DE OTRA MANERA

Es común pensar que los pequeños no se dan cuenta de las cosas, viven ajenos en su mundo de color de rosa y a ellos no les afectan los problemas. Pero, con el tiempo, fui fijándome en algunas «somatizaciones», que eran diferentes en cada una, y su forma de canalizar la posible ansiedad o preocupación desde la perspectiva de un niño.

La peque dormía peor. Le costó salir a la calle cuando nos lo permitieron…La mayor necesitaba más abrazos que de costumbre y estar muy cerquita de mí y de su padre.

También tengo la sensación de que estén un poco más «alteradas», con ganas de juerga cuando vuelven del cole, risa floja…

LOS NIÑOS SON GRANDES RESILIENTES

Los ojos con los que miran el mundo les permite adaptarse a los cambios o situaciones desconocidas con más facilidad que nosotros en muchas ocasiones. Mientras que sus referentes y figuras de protección les acompañen, se ven capaces de casi todo y eso me alucina. Necesitan «poco»: lo esencial, que es invisible a los ojos.

Posteriormente llegó el momento de reincorporarse a las clases presenciales. Las caras de los padres a la entrada del cole eran un poema de preocupación, miedo, incertidumbre, y ellas entraban emocionadas asumiendo sin problemas todos los cambios y nuevas rutinas que suponen el protocolo de higiene y prevención. Otra gran lección…

Contadme qué tal lo están viviendo vuestros peques y si habéis observado lo mismo que yo o os sentís identificadas. Un abrazo para cada una ¡Calentamos motores para Navidad!

 

 

Si te ha gustado este post compártelo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.