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Madres frustradas por trabajar.

   Por suerte, cada vez somos más las mujeres que, además de cuidar de nuestros hijos, trabajamos fuera de casa o al menos tenemos esa opción. Éste es, sin duda, un logro muy positivo para nosotras y nuestras familias. Pero, dadas las circunstancias actuales del “sistema de conciliación” laboral-familiar, también se ha incrementado el número de madres frustradas por trabajar. 

madres frustradas por trabajar

   Este sentimiento de frustración o incluso culpa, surge especialmente en muchas de nosotras cuando llega el momento de reincorporarnos a nuestro puesto de trabajo tras la baja maternal. O cuando reiniciamos la vida laboral tras un tiempo dedicado exclusivamente al cuidado de nuestros hijos. Pero también, en general, cuando vemos que en nuestro día a día no logramos cubrir las exigentes demandas de ambos aspectos de nuestra vida, nuestros hijos y nuestra profesión.

   Hace un tiempo escribí una entrada dirigiéndome especialmente a las mamás que deciden quedarse en casa. Entre las que incluía a las que no les queda otra opción que hacerlo a pesar de sus deseos de trabajar. Éstas se sienten juzgadas a menudo. Hay quien supone que viven en unas perpetuas “vacaciones” con la “excusa” de dedicarse al cuidado de sus hijos.

   Además de ello, lidian a diario con multitud de retos nada fáciles de sobrellevar (sensación de encierro en casa, imposibilidad de desconectar de la tensión constante que supone el cuidado y vigilancia de un niño pequeño, aislamiento social…) En dicho post, procuré aportaros consejos que os ayudaran a alcanzar el equilibrio vital que permite vivir esta opción con satisfacción personal y sensación de plenitud.

conciliacion laboral familiar

   Pero hoy quiero dirigirme a las mamás que, por voluntad propia o por necesidad, trabajan fuera de casa o han decidido que lo harán pronto. En estos casos, no hay nada que nos robe más la paz que esa constante lucha interna que se produce entre nuestros distintos “yo” cuando reflexionamos sobre algún cambio que pueda afectar a nuestros hijos.

   La pelea se da entre esa mujer cuya prioridad es darle lo mejor a sus pequeños y que tiene el acento puesto en ofrecerles todo el cariño y protección posible. Especialmente cuando son tan vulnerables, durante sus primeros años de vida. Y en el lado opuesto, esa otra que se resiste a rebajar sus legítimas ambiciones profesionales, a permanecer “encerrada” en casa contra su voluntad, a que su vida cambie más de lo que había planeado cuando decidió ser madre…Esa que cree que puede alcanzar, tal y como esta sociedad absurda nos vende, ese utópico estadio de perfección de la superwoman que llega siempre a todo y que todo lo tiene bajo control.

   Podría ofreceros una larga lista con todo lo que la nos hacen creer que podemos alcanzar sin demasiada dificultad y que tan sólo logra generarnos frustración, ansiedad e insatisfacción personal. Nos encierra en un círculo vicioso que implica una lucha por lo imposible. Pero, ¿se puede alcanzar un equilibrio realista entre ambas pretensiones? ¿No nos queda otra que pactar con una eterna frustración? ¿hemos de descuidar lo importante en pro de lo urgente?  ¿nuestra vida se convertirá en una constante renuncia? ¿ser madre y profesional y sentirse feliz y satisfecha es posible? Te diré cual creo que es la fórmula para ello:

1- REALISMO

   Soy una firme defensora de la lucha que considero que toda mujer debe librar a diario para alcanzar, en la medida de sus posibilidades y dentro de sus particulares circunstancias, el máximo equilibrio posible entre todas las facetas de su vida. Para ello, es fundamental hacer un ejercicio de REALISMO que nos aportará la verdadera salud mental. Éste es mi primer consejo para todas las que queréis reincorporaros a vuestra vida profesional. Plantéate metas legítimas pero alcanzables. Prioriza, ordena, coordina, replantea estrategias.

sentimiento de culpa de las madres trabajadoras

   Me cuesta pensar que puedas conservar tu puesto de alta ejecutiva de una empresa, con sus múltiples viajes, reuniones constantes sin previo aviso para poder organizarte, cursos de fin de semana y horario de oficina indefinido… Y, a su vez, tener tiempo para pasar la tarde jugando con tus hijos y cenar tranquilamente con tu marido después de una despejante sesión de gimnasio a diario. Simplemente es IMPOSIBLE.

   Tu día, como el de todo el mundo, tiene 24 horas. Y tus fuerzas y energías, como las de toda persona, tienen un límite. Después de una noche infernal atendiendo a tus bebés, sin apenas pegar ojo, difícilmente tu rendimiento en un puesto de trabajo de altísimas responsabilidades y exigencias, podrá ser todo lo brillante que esperas. Y tu capacidad para ser receptiva, empática y encantadora, durante una cena romántica al finalizar dicho día maratoniano, probablemente se vea mermada…

   De todas formas y aunque consigas alcanzar, junto a tu marido y tus hijos mayores, una organización y coordinación que os permita sentiros bien con vuestro día a día y que todo funcione, no pierdas de vista que, con total seguridad, habrá días caóticos e, incluso, infernales. Días en los que más que vivir vas a sobrevivir. Porque, simple y llanamente, las demandas son altísimas y las condiciones en las que tenemos que funcionar las familias del Siglo XXI, complejas cuanto menos…¿Y qué? si eres feliz, si sois felices.

2- ORDEN, OBJETIVOS CLAROS Y PRIORIDADES.

   Con ORDEN, objetivos claros y realistas y PRIORIDADES, es posible alcanzar una situación en la que te sientas plena en todos los sentidos. En definitiva, tenemos derecho a ser felices. Pero, no te engañes, la felicidad no consiste en gozar de una vida perfecta y exenta de problemas, retos o dificultades. La clave está en realizar los cambios y ajustes que sean pertinentes para aumentar nuestro nivel de satisfacción.

   En definitiva, se trata de distribuir el tiempo y las energías de manera que consigamos llegar a lo que para nosotros es verdaderamente importante. Probablemente, aunque hablemos de equilibrio, ese tiempo no sea exactamente el mismo para cada campo vital. Estará compuesto por porcentajes mayores o menores en función de nuestras prioridades, necesidades y circunstancias. Y entre esas prioridades, ha de estar sí o sí el cuidado de una misma y el tiempo para la pareja. Aspectos que con frecuencia tenemos como extras o «florituras» prescindibles, pero que son indispensables para sentirnos bien y que todo funcione.

madres que se sienten culpables por trabajar

3- HACER EQUIPO. CORRESPONSABILIDAD.

   Detrás de ese juego, es pieza fundamental, como no me canso de decir, el HACER EQUIPO con tu compañero de vida. El que como jefes de una empresa en la que os jugáis todo vuestro capital, os coordinéis y os reunáis con frecuencia buscando los puntos fuertes y débiles y las estrategias que os ayuden a alcanzar una buena cuenta de resultados…

   Probablemente la dedicación que cada uno le preste a las tareas de la casa o al cuidado de los hijos no obedezca a un perfecto 50%. O el porcentaje de tiempo que cada uno emplee para esos menesteres y las labores que desempeñen vayan variando según las circunstancias. La clave será siempre la flexibilidad que permita amoldarse, como si de un traje a medida se tratara, a las necesidades de la familia y de cada uno. Y, desde luego, lo que no tiene ningún sentido es que uno de los miembros de la pareja cargue con todo lo relativo al hogar y los hijos mientras otro se dedica sola y exclusivamente a trabajar. Permíteme que augure problemas en esa casa, tarde o temprano.

conciliacion laboral familiar

   Y esto es así porque, como os he comentado en entradas anteriores, considero que incluso la madre que decide dedicarse al 100% a sus hijos y al hogar, necesita ser sustituida en su tarea en determinados momentos. Ha de poder disfrutar de ese equilibrio del que tanto hemos hablado (quedar con amigas, hacer deporte, disfrutar de un hobbie…). De lo contrario terminará estallando por algún lado. O, al menos, se sentirá frustrada e incompleta. Y eso no sería justo.

4- OBJETIVIDAD.  

   Para ello, es fundamental un ejercicio de OBJETIVIDAD. Intenta distanciarte emocionalmente de aquellos aspectos más delicados, en los que por así decirlo, TE VA LA VIDA, para ser capaz de realizar los ajustes necesarios y tomar las decisiones que mejor se adecúen a ti y a los tuyos.

   La dificultad de todo esto está en que a priori, vas a tocar teclas muy sensibles a la hora de tomar tu decisión en el ámbito profesional:

A) Te enfrentas a ponerte ante el espejo como madre.

 ¿Mi hijo estará bien atendido en una guardería, con un familiar o una cuidadora? ¿Sufrirá carencias afectivas durante mis horas de ausencia? ¿Me arrepentiré de no haber presenciado cada paso que da? ¿Estaré demasiado cansada cuando regrese a casa como para poder dedicarle tiempo de calidad? ¿Mi horario y disponibilidad me permitirán atender los contratiempos que puedan surgir? (llevarlo al pediatra si está enfermo, comprarle el disfraz que necesita para la fiesta del cole…).

madres que se sienten culpables por trabajar

  Y, si decido no trabajar durante un tiempo ¿será lo más correcto que el pequeño pase el día con mi “yo” frustrado? ¿Podré cubrir económicamente todas las necesidades que tenga en un futuro si no trabajamos papá y mamá? Si le doy el pecho, ¿le estaré robando por mis afanes profesionales el privilegio de seguir nutriéndose de leche materna? ¿Estoy dispuesta a extraerme leche en el trabajo? ¿Introducirle lactancia mixta es un acto de egoísmo que supone un perjuicio para él? ¿comerá bien si no soy yo la que le alimento?

   Son tantas y tantas las terribles cuestiones que nos planteamos y que nos tocan nuestra fibra más sensible que no podremos evitar, en la mayoría de los casos, plantearnos la situación con un nivel de ansiedad y sentimiento que nos restará paz para tomar la decisión adecuada.

   He de confesar que, por estos motivos, disfruté muy poco de la baja maternal con motivo del nacimiento de mi hija mayor. No os podéis ni imaginar cómo lloraba y sufría porque cada día quedaba menos tiempo para llevarla a la guardería. Me sentía culpable y mala madre por ello. Por una parte, no quería renunciar a mi profesión, que me llenaba y me había costado muchos esfuerzos alcanzar. Pensaba que no podía dejar de mirar al futuro y que al haber sido madre el tiempo no se detenía, sino que el día de mañana, si dejaba aparcada mi profesión, podría encontrar serias dificultades para reincorporarme.

  Las leyes sufren constantes modificaciones y si no estaba al día de todo corría el riesgo de quedarme desfasada cuando quisiera reiniciar mi etapa profesional. Además, soy una persona con muchas inquietudes profesionales que necesita trabajar, luchar, aprender y someterse a retos diarios. Siento un gran deseo de servicio a la sociedad a través de mi trabajo y también me era vital el trato con mis compañeros, con los que tenía la suerte de encontrarme muy a gusto…

   Pero mi “yo” leona, protectora, mamá, no podía permitirse separarse de esa pequeña tan amada a riesgo de que, al no estar a su lado, pudiera sufrir algún peligro o carencia. No podía soportarlo. Era mentalmente agotador…Y cuando ya quedaba poco tiempo para que acabara la baja y decidí introducirle el biberón para que le alimentaran las horas que no estuviera con ella y no pudiera darle el pecho, fue un auténtico drama. La bebé rechazaba en un primer momento las tetinas. Le daban arcadas y lógicamente no se parecían ni por asomo al pecho de mamá que tanto adoraba…

   ¡Me quería morir! ¡Cómo podía hacerle eso a mi pequeña! ¡Cómo podía negarle disfrutar de todas sus tomas con mamá! Y, si no conseguía que tomara biberón, ¿cómo iban a alimentarle en mi ausencia con tan sólo 4 meses de vida? (En ese momento, mi idea era sólo trabajar por las mañanas y disfrutar de toda la tarde con ella. Así, seguiría dándole el pecho hasta que nos pareciera oportuno).

sentimiento de culpa de las madres trabajadoras

   ¡Qué mal lo pasé! ¡Cómo lloré ese primer día de adaptación a la guarde! Pero, gracias a Dios, ganó la batalla la cordura. Y, poco a poco, con paciencia, tiempo y mucho apoyo y diálogo con mi marido y mi entorno más cercano, fui reafirmándose en que la decisión había sido la correcta. La peque se adaptó fenomenal a la guarde. Me lo puso muy fácil. Fui viendo los beneficios que tenía, en nuestro caso, que durante unas horas tuviera la posibilidad de “relajar un poco” ese estado de “hipervigilancia” que solemos sufrir las madres, y concentrarme en una tarea intelectual que me llenara y motivara.

   Además, para mí, como ya os he adelantado, era muy beneficioso salir de casa, relacionarme con los compañeros de trabajo, estar activa…Sorprendentemente y a pesar de que mi hija no era ni es de buen dormir, y me daba unas noches de locos, pude asumir mi tarea con un mínimo de decencia. Mi capacidad de concentración y el aprovechamiento del tiempo se multiplicaron exponencialmente (hacía más en menos tiempo).

   También es verdad que el trabajo que tenía en ese momento era asequible para una madre somnolienta como yo. Si me hubiera exigido un puesto de mayor responsabilidad no sé si habría podido. Tenía la tranquilidad de que se trataba de un puesto flexible que me permitía llevarla al pediatra cuando fuera necesario e incluso trabajar desde casa con ella el día que estuviera malita. Soy consciente de que un puesto así hoy en día es difícil de encontrar. Pero no debemos rendirnos en esa lucha.

   También ayudó mucho que veía bien a mi pequeña. Contenta y tranquila. Su desarrollo fue maravilloso y se lo pasaba «pipa» con sus compañeros y las cuidadoras. Lo mejor de todo es que el ir a recogerle a la guardería se convirtió en nuestro “momentazo” del día. La carita que se le ponía al verme, las ganas con las que la cogía de nuevo, lo a gusto que pasábamos la tarde juntas. Me sentía en definitiva mucho más plena y completa.

   No podemos olvidar que nuestros hijos son como espejos y esponjas de nuestro estado de ánimo. Si mamá está estresada, enfadada o frustrada porque las cosas no marchan bien, porque no se siente satisfecha con su vida, el pequeño lo absorberá. Y yo veía a mi niña feliz. Creo que tan mal no lo estaría haciendo… Todo eso contribuía a una mayor sensación de bienestar, a tener una conversación más enriquecedora con mi marido al final del día y a asumir, en general, mi lucha diaria con más ganas e ilusión.

conciliacion laboral familiar

   Otro consejo que puedo darte cuando te dispongas a tomar la decisión de reincorporarte a tu vida profesional es que te sientes, a ser posible con tu marido o con alguien que te conozca y te quiera bien, y pongáis en una lista los pros y contras de trabajar fuera de casa. Qué beneficios e inconvenientes supondrán para ti y para tu familia. Aunque parezca un ejercicio muy simplón, ayuda a objetivar la situación y ser más consciente de nuestra realidad. Rebajaremos esa lógica carga emocional que se da al poner en entredicho nuestro papel como madres y que tanto nos dificulta pensar con claridad.

   Saca conclusiones ¿es malo para mí y para mi familia que trabaje, desempeñando un puesto compatible con mi nueva situación como madre? ¿soy una mala madre que no se preocupa por su hijo? ¿le estoy privando de mi cariño y atenciones? ¿le estoy suponiendo un perjuicio? ¿la dejo en “malas manos” en mi ausencia? Te sorprenderás de cómo, si haces este ejercicio de objetividad, la mayoría o todas las preguntas tendrán respuestas positivas, para ti y para tu familia.

madres que se sienten culpables por trabajar

B) Tu ambición profesional.

   Este es el otro gran tema «sensible» que entrará en juego a la hora de tomar nuestra decisión. Sin duda es algo legítimo y enriquecedor para toda mujer y para toda persona en general. No sólo hablando en términos de necesidad de sustento económico. Sino, principalmente, por una cuestión de realización personal. Quien más quien menos, tiene alguna habilidad, algo que le gusta hacer, que le llena, le motiva, le apasiona…Más allá de nuestro papel de madres, somos mujeres, con inquietudes personales, vocación de servicio, afanes e intereses legítimos.

   El problema viene cuando la actividad profesional que realizábamos antes de ser mamás se vuelve incompatible con ello. Ya sea por horario, por exigencias de disponibilidad, energías, tiempo, viajes…Personalmente, como os conté en su día, no veía compatible el ejercicio de la abogacía, tal y como lo desempeñaba antes de casarme, con mi concepto de vida familiar.

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   Tuve que hacer distintos ajustes, que fueron cambiando en función de nuestras circunstancias para conseguir alcanzar ese equilibrio del que tanto os he hablado. Hace un tiempo os lo comentaba en dos posts sobre conciliación que os dejo aquí por si queréis leer de nuevo o por si aún no lo habéis hecho (Re-concilia-te, mamá y Concretando un poco más: ¿cómo concilio?). Quizás peco de ser repetitiva en algunas de las ideas que os trasmito, pero la cuestión de la conciliación es algo que nos trae a todas de cabeza de manera recurrente y que afecta a aspectos vitales de nuestra existencia, con lo que me parece fundamental tener claras las ideas al respecto.

   Personalmente, no me supuso un gran esfuerzo personal renunciar al ritmo de vida que tenía hasta ese momento. De hecho, el estrés que me generó una vida profesional demasiado exigente llegó a pasar factura a mi salud. Así que, de por sí, no tenía ningún interés en continuar por esa senda. Lo que sí me inquietó y me llevó más tiempo y debates internos, fue encontrar ese “traje a medida” que me permitiera sentirme plena en los distintos aspectos de mi vida como mujer. No es tarea fácil encontrar esa “fórmula” que funcione en tu familia y que aporte el mayor bienestar posible a todos.

   La verdad es que el «sistema» no nos facilita ejercer como esposas, mamás, mujeres independientes y profesionales realizadas que, incluso, tienen la osadía de buscar ratitos para su propio cuidado y disfrute. Pero, sin aspirar a la imposible y utópica perfección, se puede. Se puede alcanzar ese modelo de vida que, con sus más y sus menos, haga que nos vayamos a la cama satisfechas cada día.

   En este aspecto creo que es fundamental enfocar los posibles ajustes que haya que hacer en nuestra vida profesional para que todo cuadre una vez que somos mamás, como una ELECCIÓN PERSONAL. Y, por tanto, no desde el punto de vista de la frustración o la renuncia inevitable. Este matiz que puede resultar sin importancia, puede ser vital para conseguir sentirnos realizadas.

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   Demasiadas mamás a mi alrededor, perciben esos necesarios cambios como una carga enormemente negativa. Como algo que sin más tienen que asumir. Que les aplasta, les ahoga y les hace sentirse esclavas de una realidad que no han elegido. No es, por tanto, infrecuente encontrar madres frustradas por trabajar…Luchemos contra esta percepción. Tanto si te toca trabajar por pura necesidad en algo que ni siquiera te llena, como si necesitas renunciar a tu vida profesional durante un tiempo porque haciendo cuentas no te compensa pagar por alguien que les cuide mientras trabajas, a pesar de que preferirías hacerlo. O sí, por suerte, trabajas en lo que te gusta y cubrís todas las necesidades de la familia entre tu marido y tú, pero te toca hacer cambios con respecto a tu vida de antes de ser madre, conviértelo en una decisión libre por tu parte.

   Sí, porque aunque no sea “tan libre” como en un principio hubieras deseado, se trata de una decisión necesaria. Necesaria para el bienestar tuyo y de todos. No podemos pretender que nuestros compromisos, y no lo hay mayor que el de traer una vida al mundo, no supongan cambios en nuestra vida. Si no, permíteme que dude de que se trate de un compromiso real. Tenemos dos opciones: 1) Rebelarnos contra una situación que nos viene impuesta y que supone renunciar a un utópico sueño de querer tenerlo todo sin renunciar a nada. 2) Plantearnos nuestra vida, aunque tenga componentes que si estuviera en nuestra mano habríamos enfocado de otra manera, como una DECISIÓN LIBRE y consensuada con nuestro compañero de vida.

   Decisión que ha sido meditada, valorada y estructurada de tal manera que todos salimos ganando. Aunque implique renuncias, posponer sueños, planes, cambiar horarios…Pero, al fin y al cabo, se trata de ajustes que valen la pena si son el precio a pagar por disfrutar de lo que más queremos. Que nos permiten vivir nuestro sueño de ser mujeres que se sienten plenas, dentro de sus posibilidades, que han formado una familia (no se me ocurre un logro mayor) en la que cada miembro es feliz.

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   Y, además, no olvidemos que pocas situaciones son perpetuas. Que las decisiones o ajustes que tenga que realizar para, por ejemplo, continuar dándole el pecho a mi hija y a la vez reincorporarme a mi vida profesional, dentro de un tiempo no serán necesarias. Que, aunque las horas que hoy dedique a mi trabajo sean menos de las que me gustaría, en un futuro pueden ser ampliables. Puesto que nuestros hijos irán necesitando menos de nosotras y porque la vida cambia. Y siempre podemos intentar volver a la situación anterior si lo consideramos oportuno más adelante.

   Pero, en definitiva, acabemos con los dramas y torturas internas. Descomplícate. ERES MADRE, eso es maravilloso, pero conllevará, sin duda, importantes cambios en tu vida. Además, eres MUJER, y a parte de ejercer como mamá tienes una historia de amor que vale la pena cuidar, unas necesidades como persona que mereces satisfacer y una vida que VALE LA PENA VIVIR. MERECES SER FELIZ. LUCHA POR ELLO. SE PUEDE.

 

 

 

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6 comentarios en “Madres frustradas por trabajar.”

  1. Tengo sentimientos cruzados. Las sensaciones de cualquier madre que tiene que ir fuera a trabajar. Pero además, por mi situación (soy diseñadora freelance y trabajo en casa) tengo también el dilema de las mamás que se tienen que quedar en casa con los niños.
    Tomé la decisión de llevar a mi hija a la guardería con 9 meses, se cuestionó mi decisión por parte de algunos familiares. No entendían que no pudiera trabajar en casa con mi hija al lado. Pero tuve que ser realista conmigo misma, era imposible. Los meses de baja fueron muy duros y además tenía que seguir llevando algunas cuestiones laborales adelante (gestiones administrativas, cambios estratégico, etc.). El estrés que pasé iba a acabar conmigo física y psicológicamente.
    A día de hoy, lo llevo mal porque mi pareja y yo no somos un equipo. Como trabajo en casa y él fuera, parece que no hago tanto como él. Así que el 80% de la tareas domésticas son para mí, más la peque y aquello que me falte por hacer del trabajo… Ofu!! Una no puede con todo
    Soy realista y sé que no puedo estar así, soy una persona y no un superheroína como comentas.

    1. Hola Marta! Ante todo muchísimas gracias por contarme tu experiencia y por suscribirte! Me alegro mucho de tenerte por aquí. Entiendo perfectamente lo que me cuentas. Esas situaciones intermedias de» trabajo pero lo hago desde casa» dan lugar a confusiones y se hacen especialmente duras. El hecho de llevar a tu hija a la guardería me parece una decisión muy acertada. Dependerá de cada caso, pero está claro que, en general, o atendemos al niño o trabajamos. Pero las dos cosas a la vez es absolutamente agotador y desquiciante porque no podemos asumir bien ni lo uno ni lo otro. Es un error pensar que por trabajar desde casa puedes cuidar a los niños a la vez. De la misma manera que no podemos poner al niño debajo de la mesa de la oficina, en casa tampoco. Otra cosa es que trabajar desde casa te permita la flexibilidad de, en un momento dado, dejar lo que estás haciendo y llevar al bebé al pediatra o atender cualquier necesidad que pueda tener en un día concreto. Cosa que me parece una ventaja. Siento mucho el mal rato que tuviste que pasar al sentirte juzgada por tus familiares. Insisto, de la misma manera que nadie le pediría a una madre que trabaja en un hospital o una oficina, que se llevara a su hijo a su puesto de trabajo, si ejerces tu profesión desde casa tiene todo el sentido que busques a alguien que se encargue de tu hija mientras estás trabajando. Así que ni mucho menos te sientas culpable por ello. Y sobre el asunto de tu pareja, casi me parece lo más importante. Si me permites que te de un consejo yo que tú me sentaría con él lo antes posible para hacerle ver cuál es tu situación y buscar soluciones entre los dos. Está claro que llevas demasiadas cosas encima y la balanza está desequilibrada. Deberíais pensar qué ajustes podéis hacer para que todo fluya mejor y tú puedas asumir tu día con mayor tranquilidad. Como os cuento en el post, habitualmente es poco probable que el reparto de cargas en el hogar sea al 50%. Pero está claro que con un poco de interés por parte de los dos y el afán de facilitarle la vida al otro todos salen ganando. Quizás podríais pensar en la idea de contratar a una persona unas horas a la semana para que se encargue de la limpieza general o la plancha. O a lo mejor él podría asumir alguna tarea más que te permita estar más desahogada. Por ejemplo preparar la cena al llegar a casa o recogerla después. Llegará cansado pero tú también lo estás. Has estado todo el día en casa pero trabajando y probablemente habrás bañado a la niña, le habrás dado la merienda y la cena, etc. Todos estamos cansados pero si todos ponemos el hombro, la carga será más llevadera. Pero te animo a que busquéis juntos una fórmula mejor para vuestro día a día. No me gustaría que llegaras crujir y mereces sentirte bien y ser feliz. Ya me dirás qué te parece y si conseguís hacer algunos cambios que os den mejor resultado. Espero de corazón que así sea!! Te mando un besazo y cualquier cosa que quieras comentar, me dices. Gracias por pasarte por aquí!

  2. Sin duda cuando se es madre hagas lo que hagas tendrás sentimientos encontrados. Trabajes o no trabajes siempre nos imaginaríamos la vida desde la otra perspectiva. Lo peor es que no nos dejen hacer las cosas como querríamos o veríamos adecuado, las presiones externas, los juicios sin conocer la realidad de cada una… Luego se preguntan porque baja tanto la natalidad, si no nos ayudan ni dan facilidades.

    1. Así es! Difícil tarea la nuestra! No nos queda otra que encontrar mecanismos psicológicos para, ni machacarnos nosotras mismas culpabilizándonos por todo o pidiéndonos más de lo que humanamente podemos asumir, ni sucumbir a los juicios o presiones externas. Creo que si cada una tiene las cosas claras y las ha decidido junto con su pareja, lo que piense o diga el resto nos debería traer sin cuidado. Aunque es difícil luchar contra esto… Todas queremos lo mejor para nuestros hijos y no por decidir trabajar fuera de casa les queremos menos ni por optar por quedarnos con ellos somos mujeres menos valiosas. Ánimo y a sentirnos muy libres para gestionar nuestra familia y nuestra vida como mejor nos parezca.

  3. He leído tu post con gran interés ya que, a mes y medio de finalizar mi baja maternal me encuentro en ese momento de dudas entre mis necesidades como madre y mis obligaciones como trabajadora.
    Personalmente soy del grupo de madres que trabajan porque hace falta un sueldo más en casa, no porque me llene o porque necesite algo más. Gustosamente me quedaría en casa con mi hijo de forma permanente. Por ese motivo me planteo la excedencia, porque no quiero lamentar perderme momentos irrepetibles de mi pequeño, pero no es una decisión fácil por lo que implica a nivel económico y de posición en la empresa. Tanto para la madre que quiere volver a trabajar como para la que tiene que hacerlo aunque no quiera la situación se complica sobre todo por la cortísima duración de la baja maternal ya que no nos sentiríamos tan mal si dejáramos a nuestros hijos con unos meses más, cuando ya no dependieran aún tanto de nosotras y nosotras de ellos. Pero, eso, es otra historia. Te felicito por tu blog.

    1. Te entiendo perfectamente. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que si las bajas fueran más prolongadas nos facilitaría mucha la toma de esa decisión tan delicada. Se nos obliga a hacerlo en un momento en el que el vínculo con nuestro bebé es inmenso, animal, biológico, brutal…Y el hecho de plantearnos separarnos de él se nos hace un mundo. Incluso en mi caso, que psicológicamente necesitaba trabajar y me apetecía recuperar una vida activa profesionalmente. Pero tampoco me veía capacitada de separarme de mis pequeñas, a las que no podía dejar de mirar…En tu caso creo que la balanza se inclina más hacia continuar un tiempo más con tu bebé. Yo que tú me sentaría a hacer cuentas con tu marido para ver dónde podríais ajustar un poco los gastos y pediría una excedencia. Si como consecuencia de ello te rebajan el puesto, que te quiten lo bailado… Salvo que no hubiera otra que contar con tu sueldo en casa, seguiría esa voz que te dice que necesitas más tiempo con tu peque. Sobre todo por el dato que me aportas de que en este caso trabajas por economía y no tanto por «devoción». De todas formas éste no es más que un consejo que me atrevo a darte con los datos que me aportas pero obviamente la decisión es vuestra y nadie puede meterse. Estoy segura de que decidas lo que decidas lo harás genial. Poco a poco iréis encontrando esa fórmula que os funcione a todos y os permita disfrutar de la familia que habéis creado. Ya me contarás!! Un besazo y mil gracias por pasarte por aquí y contarme tu experiencia. Me pasaré por tu blog para conocerte también!!

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