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Consecuencias de la ausencia de rutinas de los niños durante las vacaciones

   Desde que nos convertimos en madres, el término «rutinas» pasa a ser una constante en las recomendaciones para la crianza y educación de nuestros hijos. Y he de admitir que siempre me ha generado cierta antipatía. Quizás rechazo todo lo que me resulte demasiado reglado o uniformado en cuanto a niños, y a las personas en general. No es que me considere «anarquista» ni nada parecido. Pero creo vital tener en cuenta que cada pequeño es único y diferente a los demás, puesto que goza de su peculiares características y circunstancias. Y, en general, la excesiva rigidez suele ser injusta, inefectiva y muy estresante. Siempre es bueno tener unas pautas de referencia pero, como madres, todas hemos de ir encontrando nuestro estilo, o lo que mejor se adapta a nuestros hijos y nuestra familia en concreto.

MATERNIDAD

   Ya os comenté en su día que uno de los primeros aprendizajes que adquirí como madre fue que, a pesar de la insistencia de la matrona y la enfermera de pediatría que me atendieron al poco de nacer mi hija, la lactancia materna a demanda, es decir, cuando a mi hija y a mí nos pareciera oportuno, nos iba mejor que intentar establecer un rígido horario de tomas cada 3 o 4 horas. De la misma manera que, cuando mi hija mayor cumplió los dos años, y a pesar de ser esa la supuesta edad ideal para retirarle el pañal, decidimos sin angustia alguna que, por diversas circunstancias, aún no había llegado el momento idóneo y que por tanto, esperaríamos hasta que fuera conveniente.

CUANDO CREAMOS CONVENIENTE

   Pues bien, estas anécdotas me vienen al pelo para explicaros por qué me genera cierto rechazo el término «rutinas» y esa idea de que los niños tienen que hacer lo mismo y a las mismas horas para estar sanos y felices. Dicho así suena bastante antipático. Pero rindiéndome a la realidad de los hechos y a mi experiencia personal como madre durante estos tres años, os diré que empiezo a entender por qué las rutinas son tan importantes para los peques. Y por qué, siempre haciendo uso del sentido común y teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de nuestras hijas y nuestra familia en cada momento, mi marido y yo hemos comenzado a echarlas de menos durante estas vacaciones. Ya cuando vivíamos en Pamplona y las llevábamos a pasar algún domingo con los abuelos, volvían a casa totalmente «desatadas» y me costaba horrores bañarlas, darles de cenar y meterlas en la cama. Pero lo de estas vacaciones ha sido…

   Como ya os adelantaba en post anteriores, el ritmo de vida hippie que se da normalmente durante las vacaciones ha hecho estragos en esta familia. No quiero dramatizar ni exagerar el asunto. No ha ocurrido nada que no suceda en muchas familias con niños tan pequeños. Pero lo cierto es que, aunque hemos disfrutado muchísimo de planes maravillosos en la tierra que me vio nacer y, sobre todo, de pasar tiempo con los abuelos y los tíos, ESTAMOS AGOTADOS. El caos se ha apoderado de las peques, que llevan un descontrol total de horarios, ritmo de sueño, comidas y conducta. Y digo «llevan» porque aunque ya hace más de una semana que estamos en casa, aún no he conseguido que «se regulen» de nuevo. Aunque siendo positivos, poco a poco vamos mejorando. Y por la cuenta que nos trae hemos de alcanzar un horario y ritmos razonables lo antes posible o de lo contrario desfalleceremos cuando empiece el curso.

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   La mayor ha vuelto a frecuentar las pataletas que ya creíamos superadas e incluso ha comenzado a «robarle» el chupete a la peque para ponérselo a escondidas. Aunque siempre ha comido fenomenal, ahora se ha vuelto más «selectiva» y come poco y mal. Sin contar con que se «encapricha» con todo tipo de chucherías y chocolote. Incluso el primer día de vuelta de las vacaciones se hizo pis encima en un par de ocasiones cuando habitualmente no tiene escapes desde que le retiramos el pañal. Vamos, que es como si fuera hacia atrás en lugar de hacia delante.

HABITOS

   Por su parte, la peque no para de corretear por doquier como una moto queriendo probarlo todo y subirse y tirarse de todas partes. Y aunque apenas sabe decir alguna palabra, el «NO», pronunciado con chulería desafiante, lo tiene más que dominado. Mientras estuvimos en Tenerife rechazó la que era su alimentación habitual (los purés y las papillas de fruta). Y sólo quería tomar comida «de mayores». Este acontecimiento, teniendo en cuenta que sólo tiene 4 dientes, nos puso las cosas muy difíciles. Teníamos que partirle la comida en trocitos mínimos con los que no se atragantara e idear menús que fueran apropiados para ella y con los que comiera de todo. Además, cuando salíamos fuera, cosa muy común cuando se está de vacaciones, me iba estresada sin saber si aceptaría la comida que le habíamos preparado o la rechazaría y se quedaría sin probar bocado durante horas. Tengo que dar las gracias a la abuela en este sentido por su magnífico «apoyo culinario» durante nuestra estancia allí.

COMO LO QUE QUIERO

   Por otra parte, cuando llegaba la noche, no se dormían hasta las tantas y se despertaban mil veces para estar en pie al alba y reclamar su desayuno…Además, lógicamente extrañaban la cuna y la cama y sólo se dormían conmigo en la cama de matrimonio. Con lo que teníamos que echar a mi marido y hacer un «tetris» entre las tres, puesto que mis hijas se mueven muchísimo y necesitan el espacio equivalente al de diez jugadores de baloncesto. Y para amenizar más el asunto, la pequeña arrastró durante todas la vacaciones un catarro fortísimo que se agravaba con el aire acondicionada y cuando se enfriaba en la playa o en la piscina. Así que no respiraba bien y dormía peor, despertándose cada vez que tosía.

DUERMEN A LAS TANTAS

   Con todo esto, os podéis imaginar que a pesar de los muchos momentos de disfrute, el pulso constante con las peques y las escasas horas de sueño nos han dejado exhaustos. Han sido 15 días pero valen por el triple…Una de las conclusiones claras que sacamos es que mientras sean tan pequeñas, por nuestra salud mental y el bien de todos, no podemos pasar tanto tiempo fuera de casa.

AGOTADOS

   Y la segunda es que la insistencia en la importancia de las rutinas en los bebés y niños tiene su explicación…Con esto ni mucho menos quiero decir que no podamos salir de casa o hacer planes que conlleven una estancia fuera. De hecho, creo que en cierta forma, sin excesos, también viene bien de vez en cuando «romper los esquemas» a los chiquitines y que sean capaces de sobrellevar cambios de horarios o hábitos ocasionales. Sé de madres que a las 20h. pase lo que pase y sea el día que sea están en casa como un clavo para darle la cena, el baño y meter en la cama a su hijo «porque si no no puede dormir y se altera muchísimo». Creo que esto también es un exceso y un error. Lo considero una esclavitud para toda la familia  y le haríamos un flaco favor al nene que no es capaz de afrontar variación alguna en su rutina. Sobre todo teniendo en cuenta que la vida es muy variable y rica en matices y circunstancias. Y queramos o no llegarán momentos en los que necesitemos hacer algún cambio de planes, por gusto o por obligación. Pero por norma general, desde luego, es positivo respetar unos hábitos concretos.

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   ¿Y por qué son tan importantes las rutinas en los peques?

  • Cuando son tan chiquitines, la manera que tienen de «controlar» el mundo que les rodea es cuando aprenden qué cosa sucederá después de lo que están haciendo en ese momento y de qué manera se producirá ese hecho. Les aporta calma, confianza y seguridad.
  • El poder predecir los acontecimientos que van a producir les divierte y les hace aumentar su autoestima, puesto que se ven capaces de asumir esas situaciones adecuadamente. Esto aumenta su autonomía, puesto que a base de repetir un hábito aprenden a hacerlo solitos, sin recibir instrucciones del adulto. Y también incrementa su autoconfianza.
  • Otro elemento muy positivo es que cuando el pequeño adquiere cada hábito concreto nos evitamos conflictos y riñas en casa. Ya no será necesario insistirle en que haga esto o lo otro sino que él mismo se mostrará colaborador y aceptará sin demasiado problema la realización de la tarea o el hábito que corresponda en cada momento. Y además, ayudándose de esos hábitos, con el tiempo adquirirán virtudes.

TDAH NECESIDADES RUTINAS

Todo esto por supuesto, en el mejor de los casos. Somos conscientes de que la vida no es perfecta y nosotros y nuestros hijos tampoco. Y vendrán días malos o en los que el caos se instaure en nuestra jornada. En esos casos, lo mejor es tomárselo con filosofía, reírse un poco e intentar hacerlo mejor al día siguiente. Pero desde luego, si algo hemos de admitir es que las BENDITAS RUTINAS  ayudan ¡y mucho! a que reine la paz en casa.

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8 comentarios en “Consecuencias de la ausencia de rutinas de los niños durante las vacaciones”

  1. Me ha gustado mucho el post. He de reconocer que yo soy fan de las rutinas, será porque al trabajar con niños es muy necesario llevarlas bastante a rajatabla ¡todo sea por tener en cierto orden a 25 fierecillas! ??

    Durante las vacaciones nosotros también nos hemos descontrolado bastante pero parece que la vuelta al hogar va calmando los ánimos. Y si no, en cuanto empiece el cole volveremos todos a las rutinas queramos o no ?

    1. Me alegro mucho de que te haya gustado!! Además, viniendo de una profesional de la educación, para mí son un honor tus palabras. Me imagino lo difícil que debe ser manejar una clase de peques y que, efectivamente, las rutinas serán grandes aliadas para conseguirlo. Mil gracias de nuevo por el comentario y sí, esperemos que con la vuelta al «día a día» regrese la calma a nuestras casas. Mientras tanto: paciencia y sentido del humor ??

  2. Compartimos totalmente este pensamiento. Las rutinas, sin que la agenda «familiar» se convierta en agenda de ministros son necesarias, para TODOS, niños y padres. Dejando siempre espacio para el juego libre y espontáneo, hay que ir estructurando el tiempo.

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